Cómo hacemos para guardar un secreto

Todos habremos oído más de una vez que los hombres somos más eficaces al momento de guardar un secreto. Sea esto cierto o discutible, lo concreto es que en este aspecto las mujeres tienen peor prensa y como esos rumores que se esparcen, una vez instalados son difíciles de revertir.

Los varones sabemos cerrar muy bien la boca...
Los varones sabemos cerrar muy bien la boca...

Cuando se piensa en secretos, habitualmente relacionamos la palabra con aspectos de la confianza, la confidencialidad de la información, temas referidos a la intimidad y la conclusión general revelaría que los varones sabemos cerrar muy bien la boca cuando la situación, a nuestro juicio, lo merece.

Pero como no todas las conclusiones tienen una misma interpretación, hay una corriente de pensamiento —muy factiblemente femenina— que sostiene que si los hombres gozan del atributo de la discreción, no es sino porque simplemente ellos hablan mucho menos que las mujeres. Se dice que un hombre promedio habla tres veces menos que una mujer en el mismo período de tiempo. ¿Será cierto?

Si se abona la teoría anterior, es lógico que el universo masculino tenga menos chances de que se escape algo que debería conservar bien guardado. Por otro lado, las damas tienen menos pruritos para desarrollar entre sus pares ciertas temáticas a las que los hombres somos reacios, como las emociones y la vulnerabilidad.

Es real que somos menos detallistas y que los varones tenemos menos habilidad para retener en nuestra memoria los secretos que nos cuentan . Por ello es posible que el esposo le confiese que su jefe dejó embarazada a su bonita secretaria recién cuando el niño concebido en la clandestinidad ya tenga edad escolar. Muchas veces somos tan extemporáneos al revelar un secreto que habrá caducado su calidad de “reservado” y servirá sólo para confirmar que ya se sabía.

Sobre la tendencia de las mujeres a que se le “escapen” los secretos, encontramos que ellas tienen mayor cantidad de interlocutores válidos, entre los que se enrolan por ejemplo: taxistas, peluqueros, señoras que comparten fila en el mercado, meseras de confitería y madres del colegio al que asisten sus hijos.

Si a los hombres nos interesa guardar ciertos secretos, alguno de ellos podrían encontrarse en esta lista:

- Que somos capaces de leer una nota sobre fútbol en ocho portales de internet distintos, aún sabiendo que dirá lo mismo (quizás creamos que si continuamos leyendo la misma noticia deportiva una y otra vez al final va a decir lo que nosotros deseamos o podrá alterarse el resultado del partido si este nos ha sido adverso).

- Que cuando estamos solos en casa o es muy de madrugada y todos duermen, vamos al baño y nos sentamos para orinar (disfrutamos en silencio de esa comodidad considerada no muy varonil).

- Que somos reacios a admitir que hemos tomado la pastillita azul para mejorar nuestra performance sexual. Lo reconoceremos con la excusa de que “quisimos saber de qué se trata” (y agregaremos la aclaración de que en verdad “no la necesitamos”).

- Que casi siempre y mientras nadie nos ve, sacaremos del refrigerador el jugo y la leche y lo beberemos directamente desde el envase de cartón. Por supuesto nadie sabrá que nos habremos secado la boca con la manga de la camisa.

- Que si tenemos una hija que ronda los 6 años, permitiremos que nos realice peinados estrambóticos los que incluyen 200 hebillas, broches y prendedores coloridos. Evitaremos confesar que en ocasiones accedemos a que la “princesita” nos pinte las uñas de manos y pies (podremos llevar el ridículo a niveles extraplanetarios sin remordimientos).

- Que nos es imposible olvidar a nuestra primera novia, que lo hacemos con total ingenuidad y sin poner en riesgo nuestra relación actual.

- Que por supuesto nos encanta ir de compras. Pero sin paseo previo, porque generalmente sabremos exactamente lo que queremos y nos lanzaremos cual misil teledirigido cuando nos permitimos el gasto.

En fin, todos tenemos derecho a ocultar algo. Recordemos que un sabio ha dicho que “somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras”.

Twitter: @Sebas4nier