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Crisis en la pareja

Las parejas que cuentan con muchos años de convivencia atraviesan momentos cruciales de sus vidas, crisis, dificultades que, paradójicamente, muchas veces refuerzan a la pareja y la hacen evolucionar. Uno de los problemas más graves de las parejas es querer evitarlas. Simular una vida afectiva ficticia es contraproducente porque, además, las crisis son necesarias para poder crecer.

Pero, ¿por qué se llega a estas crisis? Si no es un tercero en discordia, ¿qué puede desencadenarla luego de años de convivencia? Si bien el abanico es amplio, a mi modo de ver, el generador en general de las crisis conyugales tiene que ver con haber puesto la relación en “piloto automático”. Se desconoce que toda relación necesita la permanente mirada sobre el otro y el no dejar de escucharlo.

Escuchar y negociar

Lo bueno es saber que estas crisis se pueden superar. Si alguna vez pudimos hablar, si alguna vez estuvimos de acuerdo, ¿por qué pensar que no podremos volver a congeniar? Para salir adelante es fundamental:

1. Estar atentos a lo que me pasa a mí con la otra persona.
2. Poder comunicar con claridad lo que me sucede.
3. Estar abierto a lo que el otro me responde.

El diálogo es más trabajoso que el monólogo, pero es lo más eficaz para conservar la pareja.

La posibilidad de superar las crisis está íntimamente ligada a la capacidad de recontratar y poner en juego otros aspectos de la pareja. Creo importante a la hora de reformular la pareja y volver a apostar a ella, preguntarse cada tanto y a sí mismo -como un trabajo interno- para qué quiero estar con la otra persona. El para qué seguramente irá cambiando con el tiempo, pero también le dará razones más profundas que las cotidianas para seguir juntos.

Dialogar, saber escucharse, dedicarse tiempo para estar juntos o proponerse nuevos objetivos son buenas actitudes para reconstruir el amor. Las crisis conyugales no son sinónimo de divorcio, sólo es cuestión de no dejarse estar; su existencia permite a la pareja salir fortalecida y reiniciar un nuevo camino, siempre y cuando se mantengan los afectos. Hay crisis temporales que no necesariamente deben llevarnos a ver sólo los errores ni mucho menos ser motivo para romper el vínculo. Pensar en lo que se ha vivido y luchado juntos y en todo lo que queda por delante es un buen antídoto para contrarrestar los conflictos.

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