Autoestima sexual

Una buena autoestima sexual mejorará tu intimidad. / Foto: Thinkstock
Una buena autoestima sexual mejorará tu intimidad. / Foto: Thinkstock



El disfrute del sexo es el resultado de un sinfín de factores. Sin embargo, uno de los que más contribuyen en el proceso es una sana autoestima. Es lógico que se pueda disfrutar más de la actividad sexual si la persona se siente segura y contenta consigo misma. El gozo es mayor si se gusta y se siente atractiva y deseada. Y para eso no hay que ser candidato a ningún concurso de belleza.


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Indudablemente, la sociedad y los medios transmiten mensajes que muchas veces no tienen relación con la realidad. Uno de ellos, es aquel que liga una buena sexualidad femenina con un cuerpo delgado. Esto hace que en el consultorio vea en las mujeres muchos complejos referidos a su cuerpo (el peso, algún rollito, las medidas "no perfectas”), pues no cumplen con los cánones de belleza que esta sociedad les impone. Esa inadecuación entre el modelo que se impone socialmente y la imagen real de una persona crea malestar y sufrimiento psíquico.

La belleza física es un fenómeno subjetivo y efímero. Se dice que la belleza está en el ojo de quien la percibe y no es posible atraparla en el tiempo. No merece la pena atormentarse deseando contar con unos atributos físicos que no se tienen. Sin necesidad de obsesionarse por ello, es posible cultivar la mente al tiempo que se cuida el cuerpo y la higiene −de hecho, una cosa lleva a la otra y se retroalimentan−. Al final, el equilibrio será el objetivo.


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Muchas veces lo que hace a una persona sensual y sexy es más su actitud que sus atributos físicos. Si miramos a nuestro alrededor veremos a personas que nos parecerán atractivas debido a su forma de ser, sus actitudes, su enfoque de la vida... Posiblemente, nos parecerán encantadoras aquellas con quienes sentimos una mayor afinidad o aquellas que poseen cualidades que admiramos. Puede ser su sentido del humor, su entusiasmo, su forma de sonreír, aspectos relacionados con su actitud ante la vida. Esas cualidades son más importantes que el aspecto físico y duran mucho más.


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La autoestima es tener un buen autoconcepto, para lo que es fundamental ser realistas, porque deben verse los defectos y las virtudes, conocer nuestros límites, ser tolerantes a la frustración y saber que hay cosas que nos pueden salir mal y aceptarlo, pero eso no significa que las dejemos de hacer. Nuestra vida transcurre entre éxitos y fracasos y, teniendo plena seguridad de nuestras capacidades, aceptaremos unos y otros. Conscientes de nuestros fallos, podremos cuestionarnos y adaptarnos a nosotros, a los demás y a las situaciones. Es fundamental valorarse, pero por lo que se es. Y, partiendo de ese punto, darse permiso para estar bien con uno mismo y con los demás.

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Diana M. Resnicoff es licenciada en psicología y sexóloga clínica.