¿Día de la autoexigencia?

Pronto va a ser, una vez más, el Día de la Mujer. El 8 de marzo para ser precisas, una fecha que conmemora el terrible incendio, ocurrido en el año 1911 en una fábrica textil de Nueva York, durante el cual fallecieron numerosas operarias. Lo primero que me pregunto todos los años en esta fecha es por qué no hay un Día del Hombre en este mundo que, a pesar de nuestros avances, todavía es manejado primordialmente por hombres. Lo segundo, es preguntarme por qué nos dedicaron un día que, para colmo, se relaciona con una catástrofe.

Todas sabemos que en este planeta todavía es difícil ser mujer. Ni siquiera me refiero a las pobres mujeres obligadas a ver el mundo desde adentro de una burkha. Hablo de nosotras, las mujeres occidentales, de los países latinoamericanos, con su estructura machista tan difícil de modificar. Hablo de nosotras, las mujeres que paso a paso ganamos derechos, salimos a la calle y fuimos aprendiendo a ser un poco más libres. Mujeres que fuimos cambiando pero para pasar de ser mujeres sometidas a ser mujeres en conflicto.

Hemos pasado a ser mujeres tironeadas entre lo que queremos hacer, lo que podemos hacer y lo que esperan que hagamos. Muchas quedamos agotadas en el intento y más de una vez renunciamos a nuestros sueños solo para no sufrir más el tironeo. Otras, como diría una psicóloga, nos sobre adaptamos. Hacemos lo posible y le agregamos lo imposible también.

Nos imponemos cantidades increíbles de trabajo (en el trabajo oficial, el remunerado, para ser las mejores y no correr riesgos), le agregamos cargas incalculables de trabajo doméstico, nos ocupamos de la familia propia, de los padres cuando sea necesario y de cualquier otra persona que pueda precisarnos. Soñamos con el control absoluto y casi, casi lo logramos. La cuenta que no sacamos es la del precio que pagamos por eso. Y a veces hasta se nos escapa que querer cubrir todo implica una dosis de soberbia.

Una amiga mía, psicóloga, me explicó una vez que quienes actuamos así lo hacemos porque queremos ser perfectas para que nos aprueben y nos quieran. Olvidamos que somos humanas, tratamos de ser verdaderas obras de arte pero la gratificación dura poco porque estamos siempre esperando que los demás nos valoren más y más. Armamos un sistema que, llevado al límite, lleva a la locura como bien se ve en "El cisne negro", la película multinominada a los Oscar que se entregan en estos días.

Nosotras, además de querer hacer todo bien tenemos que, o pretendemos, estar siempre arregladas, lindas, delgadas y actualizadas con lo que sucede en el mundo. Lo aceptamos lo tomamos como natural hasta que lo que empieza siendo perfeccionismo se transforma en manías, obsesiones y luego en enfermedades. Por lo tanto, no vale la pena.

Deberíamos defendernos recordando que a ningún hombre le miran la ropa que tiene puesta o si es flaco o gordo en relación a su trabajo; tampoco suelen acosarlos ni los emplean o dejan de hacerlo por el tamaño de sus espaldas o de sus genitales. Y cuando los critican es porque hacen algo mal y no porque son hombres.

Pautas a tener en cuenta para no pasarse de la medida

-Ser perfeccionista es bueno pero solo hasta el punto de hacer las cosas bien. No sirve si se busca permanentemente la perfección.

-Hay que reconocer las propias limitaciones y admitir errores y fracasos.

-Está bien aceptar que nos critiquen porque nos equivocamos pero no por ser mujeres, los errores no suelen tener sexo.

-Las mujeres somos masivamente más autoexigentes que los hombres y sufrimos más de depresión que ellos, ¿tendrá que ver?

Hoy ya no es necesario, como en 1800, vestirse de hombre para lograr determinados puestos o carreras, basta con saber usar los pantalones para ocupar lugares masculinos. El error fue cargarnos, poco astutas, con el doble de roles, agotarnos en el intento y alcanzar nuestros objetivos solo para descubrir... ¡que no nos quedaba tiempo libre para ser nosotras!

¿Estás de acuerdo con celebrar el Día de la Mujer?