Anuncios

Rituales: la peluquería

Verse bien ayuda a sentirse bien. Y si no lo creen, hagan la prueba de ir a renovarse el corte, el color o el peinado a la peluquería. Basta con atravesar la puerta del salón de belleza para que empecemos a creernos reinas. Nos sacan el abrigo, cuelgan nuestra cartera, nos ofrecen café y elogian como si fuera nuevo el vestido de hace dos temporadas que llevamos puesto. Ah…y si tenemos que esperar, nos rodean de las últimas revistas de moda y chismes de la farándula. ¡Qué más se puede pedir para un refugio ideal!

Sin ir más lejos, en mi caso y por alguna extraña razón, la peluquería consigue, como diría Charly García, que cuelgue “mi mente de una soga hasta que se seque de problemas”. Puede ser por el ruido de los secadores o por las conversaciones triviales que se escuchan (y de las que soy parte), pero ¿nunca han experimentado esa sensación de Nirvana hundidas en un sillón rojo mientras les pintan las uñas? ¿Nunca han estallado en una carcajada mientras les están puliendo las plantas de los pies?

Será por todo esto, que al coiffeur le somos incondicionales (claro, si nunca nos ha hecho llorar).

Aunque nadie está libre de un día sucumbir a la tentación de ir a otro salón y, por culpa de un mal corte, tener que volver con “la frente marchita”, como dice el tango que popularizó Carlos Gardel. “Fue una amiga en una tarde de aburrimiento”, atinaremos a mentirle y él hará que nos cree. Y volverá a seducirnos con sus tijeras.

Por todo esto, y por el milagro que consiguen hacer con nuestras cabezas, es indispensable “trabajar” para no echar a perder ese momento casi místico. ¿Qué previsiones podemos tomar para no arruinarlo? Aquí, van algunas:

- Acudir a un peluquero que hayan recomendado pero del que también tengas visto su trabajo. Incluso, la primera vez conviene que solo le pidas un peinado, como para ver si quedás conforme y lista para ir por más.

- Tratar de que el día elegido para el gran cambio no sea uno en el que estás de malhumor o apurada. Es más difícil conformar a alguien que se ha levantado con el pie izquierdo o que está con el tiempo contado.

- Ser precisa y clara con lo que querés hacerte. Que no te avergüence llevar alguna foto donde aparezca el estilo que te gustaría. O invocar el de alguna actriz o modelo…

- No ir en compañía de amigas inseguras que no disfrutan del ritual. Siempre elegir a alguna que lo viva como un momento lúdico. Es una forma de garantizarse que la pasaremos bien.

- Dar el S.O.S ni bien te des cuenta de que no te gusta lo que te están haciendo. No se trata de irse disconforme de la peluquería sino de hacer las correcciones a tiempo.

- Si ya no hay margen para arreglar un “mal corte”, no olvidar que el cabello crece y que el color es mejorable.

- Que nada te inhiba a cambiar. Un look pasado de moda es el pasaporte directo a la vejez.

¿Qué tiene que tener una peluquería para convertirse en tu lugar?