Si no tuiteas, ¿eres un 'nuevo' ermitaño?

 

Juro que soy una persona sociable. Tengo no más de cuatro grandes amigas, un par de amigos varones. Mucha gente “conocida” con la que puedo mantener largas conversaciones y pasar buenos momentos. Y sin embargo, siento cierta aprensión por Twitter. No me va la compulsión de estar comunicándome con el otro para, en 140 caracteres, darle mi opinión de lo que fuese. En este sentido, me he convertido en una gran ermitaña. No me ha tentado esta moda de la interconexión permanente. Y eso que estoy rodeada de gente que disfruta de este intercambio y hasta lo siente imprescindible en su vida.

[Relacionado: Por qué no contarlo TODO en las redes sociales]

Para entender qué les pasa, debo confesar, me he dedicado a observarlos, una posibilidad que tengo gracias a no sentir la obligación de estar tuiteando. Así puedo distinguirlos en su adicción. Aquí van algunos de los perfiles de mis tuiteros más queridos que sirven de molde para todos estos nuevos viciosos:

- Está el que gracias a Twitter sabe lo que piensa todo el mundo pero jamás revela por esta vía lo que tiene en su cabeza. Es, a su manera, un mero espectador.

- El que comenta cada pensamiento que le surge sin importarle los otros. Y le daría lo mismo escribirlo en un diario personal, si esa fuera la moda.

[Relacionado: Cinco razones para abandonar las redes sociales]

- El que está hiperconectado pero jamás sale de su casa o si va a una reunión permanece en un rincón, solo, con su aparatito.

- El que siente que “pertenece” al mundo y está lleno de amigos porque sigue a mucha gente y es un tuitero con muchos seguidores.

- El que se cree muy sociable por suscribir a la moda de los 140 caracteres pero cuando tiene una persona delante interrumpe cualquier diálogo posible por estar enganchado con lo que pasa en la pantalla.

Hace apenas unos días, Hernán Iglesias Illa, un amigo periodista y escritor, contó su experiencia de "tuitero asiduo" al diario argentino La Nación. Resulta que por esta vía había conocido a un arquitecto también argentino, y se había encontrado con él en un restaurante de Nueva York. “Nos saludamos como si tuviéramos una relación que no tenemos. O quizás sí. Nos habíamos estado leyendo desde hacía varios meses, sabíamos bastante sobre la vida reciente del otro…”, relata. Y unas líneas más abajo continúa: “En Twitter uno puede encontrar gente con una longitud de onda, un sentido del humor y una sensibilidad parecidas. Y eso es tan potente que anula los obstáculos de la sociabilidad tradicional”.

[Relacionado: Las redes sociales, ¿bajan tu autoestima?]

Sin duda, las redes han cambiado las formas de vincularse de las personas. Y también han dado origen a otro tipo de ermitaños, entre los que me encuentro. Somos conscientes de que los años deben estar empezando a revelar ciertas mañas, pero en esto no hay esfuerzo que valga: prefiero el face to face (cara a cara) al Twitter. ¡Qué le voy a hacer!

Poco me interesan esos falsos debates en los que se trenzan hoy los tuiteros,creyendo que decir en unas pocas palabras lo que piensan es una forma democrática de discutir las cosas. Les soy sincera, me suena a mensaje de SOS encerrado en una botella y tirado al mar con la esperanza de que otro lo recoja. ¿Será que a fuerza de resistirme al tuit me he vuelto una transgresora moderna? ¿Como esos que deciden no usar dinero, educar a sus hijos en el hogar, no vacunarse o comer lo que otros desechan? Y todo para sentirse un poquito más libres…

¿Eres tuitero? ¿Por qué?