Hijos del poder

Hay una realidad que se nos impone al nacer: somos hijos. Podemos elegir ser padres, pero sí o sí seremos hijos y eso implica, en el mejor de los casos, recibir algo más que una herencia genética. Un hijo siempre estará expuesto a las frustraciones de sus padres, a sus deseos y también a sus fantasías. Dependerá de cada uno tomar o no tomar ese legado, así como el poder construir, a partir de ahí, un camino propio.

Para la mayoría de las personas, ser el hijo de la maestra, del médico o del almacenero... constituye la primear tarjeta de presentación social. Recién con el tiempo cada quien le irá sumando a esa etiqueta sus rasgos de identidad y comenzará a construir su propia imagen ante los otros. Habrá quienes elijan diferenciarse de sus padres, quienes prefieran presentarse como su continuidad e, incluso, como su superación.

Al hijo del empresario exitoso, el futbolista idolatrado, el sindicalista próspero, el político mediático o el presidente de la Nación, les corren las generales de la ley, al menos así lo percibí tras una larga investigación periodística que terminó siendo el libro "Hijos del poder" (Editorial Aguilar), de reciente publicación. Sin embargo noté que a ellos, les toca también aprender a vivir frente a millones de personas que los vieron crecer, enamorarse y sufrir a través de los medios de comunicación. Personas que creen tener con ellos un vínculo casi real, nutrido además por los prejuicios, odios y amores que despertaron sus padres, transferidos mucho antes de que pueda verse quiénes son en realidad.

Por eso, y más allá de cuánto dinero tengamos en el bolsillo, prefiero quedarme con la idea de que todos somos hijos del poder. Pero del poder ser felices, creativos, leales, reflexivos, generosos, solidarios y tantas otras virtudes que sólo dependen de nosotros.

¿Qué beneficios y qué prejuicios crees que acarrea el ser un hijo del poder?

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