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Fuente de inspiración

Mary Shelley era mujer y la autora de la novela Frankenstein. Hace 190 años inventó un monstruo que la trascendió. Se le ocurrió una noche fría de vacaciones mientras jugaba con sus amigos a contar historias de terror. ¿Qué la inspiró? Algunos dicen que un alumno de su marido que era dueño de un laboratorio; otros, que aprovechó la velada para pasarle algunas facturas justamente a su esposo, quien mantenía una relación secreta que consideraba "monstruosa" con su hermanastra.

Las buenas ideas surgen cuando menos lo esperamos. Paul Mc Cartney, por ejemplo, reconoció que Yesterday le vino a la cabeza mientras batía huevos para una tortilla.

Cintia P., una publicista porteña de 36 años que trabaja free lance, solía inspirarse cuando no hacía nada de nada. Necesitaba ese vacío para que alguna buena idea apareciera dispuesta a llenarlo.

La formula de la creatividad le funcionó mientras su capacidad no era muy reconocida. No la contrataban mucho, y por lo tanto, tenía tiempo libre para pensar. Pero un día, su aporte para una campaña exitosa la instaló como creativa eficiente, y los llamados de las agencias empezaron a ser más frecuentes. Entonces, le sobró trabajo y le faltaron ideas.

Comenzó a buscar el estado inspirador, intentaba hacer nada de nada, pero no lo conseguía. Estaba estresada. Con otros la presión funciona, pero con ella, no.

Un día estaba recostada en su cama con la mirada perdida en el techo del dormitorio, cuando ya vencida, se dispuso a dormir una siesta. Así fue como se le ocurrió que debía existir otra receta que le permitiera reencontrarse con su fuente de inspiración. Y casi como si se tratara de un casting buscó sus buenas ideas extraviadas jugando al ping pong; haciendo compras en un shopping; tejiendo una bufanda; hasta aprendió a cocinar comida tailandesa. Pero su cabeza seguía seca y sus bolsillos comenzaron a sentirlo.

Poco a poco, volvió a perder oportunidades de trabajo, y recuperó así su tiempo libre a la fuerza. Después de pasar una noche de sábado sola, se enfrentó a su heladera desabastecida en plena madrugada. Se quedó así, inmóvil, con la puerta abierta y el frío la terminó de despavilar. Lo primero que le vino a la mente fue un texto para el último cliente fiel que conservaba. Desde el fondo de la nada, desde el vacío mismo, sintió que la inspiración había regresado.

¿Dónde se te han ocurrido tus mejores ideas? ¿Tenés un lugar preferido para pensar?