Señales de coqueteo ¿pueden ser sólo un coqueteo?

Uno de mis principales enemigos en la vida es el ego. Nuestra rivalidad surgió el día que descubrí que ese miserable tenía años de jugarme sucio, de engañarme y de darme falsas esperanzas en un sinfín de situaciones.

Quizá la más común y dolorosa ocurre al distorsionar la realidad para hacer ver amor y otros sentimientos parecidos donde jamás los hubo. Me he enfrentado tantas veces con esa interpretación freudiana de la conducta que ya hasta perdí la cuenta.

El ego ataca a todos por igual. Empieza con una simple sonrisa de un extraño que se cruza con nuestra propia mirada ilusa en el momento en el que más descuidados y necesitados estamos. Tras un breve análisis de la situación y de comprobar que el esbozo sí estaba dirigido hacia esta dirección, el ego alimenta esa insaciable hambre de aprobación.

Nos susurra en la mente que debemos avanzar, que está seguro de que esa persona nos desea y quiere entregarse a nosotros aun cuando no nos conozca y hayan pasado apenas unos minutos de haber descubierto nuestra existencia mutua.

Cuando finalmente nos atrevemos y logramos vencer el miedo para tener un primer acercamiento, la tasa de éxito suele no ser favorable y nos damos cuenta que fuimos víctimas de una treta más del ego y su abrumadora necesidad de ser aceptado.

Tomemos como ejemplo otros casos en los que el coqueteo es mucho más evidente que una sonrisa a través de un lugar. Un caso en el que exista un acercamiento real, en el que haya un intercambio de palabras, anécdotas y una que otra idea, uno en el que al final del encuentro se haya obtenido o dado un número de teléfono.

Tras una noche así, ¿podemos decir que es un conato de amor o, tan siquiera, de un posible lío romántico? La respuesta es no, en absoluto. Podría tratarse una vez más del ego, al hacernos creer que estamos percibiendo un interés que no está realmente ahí.

Incluso, al definir y estar seguros de que existió un coqueteo —al cotejar la información con gente de nuestra más pura confianza—, esto no quiere decir nada y debemos, a como dé lugar, evitar que el ego infle las expectativas al respecto y las convierta en algo que sólo generará dolor y confusión más adelante.

Un coqueteo puede ser un indicio de atracción entre dos personas… o no. Hay mucha gente que coquetea como una forma de autosatisfacción, de levantar su propia autoestima a costa de crear ilusiones en alguien más, de hacer un sondeo sobre qué tan bien se siguen cotizando en el mercado del romance. Es de esperarse que un comportamiento así también sea producto de los egos de esos mismos individuos.

Sin embargo, hay una forma —al menos una que he puesto en práctica en más de una ocasión y parece funcionar— para hacerle frente al ego y a sus múltiples prácticas: la paciencia. Cuando tomamos la suficiente cautela ante un estímulo que parece ser un síntoma de atracción y dejamos que las cosas tomen su debido tiempo y curso, los sentimientos reales se desenmascaran poco después.

Si alguien, por ejemplo, nos pide el número de teléfono y no llama o manda un mensaje en las siguientes dos semanas, nos encontramos frente a una situación en la que tenemos una alta probabilidad de perder. Si por el contrario, esa persona nos escribe al día siguiente y crea una conversación digital que culmina en una inminente cita, entonces el pronóstico es mucho más propicio.

El ego no es un rival imbatible ni algo a lo que se le deba temer. Es una instancia que es mejor domesticar y usarla a nuestro favor al satisfacerla con logros propios y no, como hace la mayoría de la población, con una sonrisa que viaja por una habitación esperando a ser interceptada por un incauto.

Y tú, ¿has confundido un coqueteo con algo más? Cuéntanos tu experiencia.

@AnjoNava

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