¿La amistad puede lastimar más que el amor?

Alguien debería de hacer un experimento siguiendo un método riguroso y científico para empezar a contabilizar quién ha roto más corazones entre aquellas personas con la que se ha mantenido un amorío o quienes son denominados buenos amigos.

Me inclino a pensar que, contra el pronóstico evidente, los segundos ganarían. Siempre he pensado que los amigos tienden a lastimar a sus amigos con la misma frecuencia que un defensa agrede las espinillas de sus rivales en un partido de futbol. Al fin y al cabo, este tipo de relaciones se pueden sintetizar con una de las frases célebres del personaje de Kevin Spacey, ‘Francis Underwood’ en la serie House of Cards, cuando dice: "Los amigos son los peores enemigos".

Las relaciones amistosas se forman sin ninguna clase de negociación previa, nada, ni una charla en un café para sentar las bases de lo que esperan los unos de los otros. De hecho, a nuestros amigos, a aquellos que consideramos los más cercanos, los aceptamos tal y como son. En cambio, con las personas que formamos una pareja tenemos toda clase de exigencias sobre cómo debe de ser su desempeño y las expectativas que tenemos sobre ellas.

Los amigos surgen por una especie de inercia que se da cuando dos individuos empiezan a convivir por alguna razón. Son producto de una necesidad de socializar en la que, poco a poco, los gustos en común salen a la luz, la química hace lo suyo y en cuestión de tiempo se entabla un lazo entre ellos. Son raras las amistades que se gestan como las románticas, en las que existe un interés consciente en querer entablar un acercamiento con una persona.

En los mejores casos, la sinceridad y espontaneidad rigen sobre la conveniencia y en la vida adulta es raro escuchar a alguien decir "Sí, quiero ser amigo de  Fulanito" como sí lo hiciéramos con un prospecto sentimental.

Los amigos tampoco se marcan muchos límites y son aceptantes a pesar de sus conductas neuróticas, bipolares, disruptivas, antisociales, excesivas y demás. En general, cuando ocurre un comportamiento así, lo dejamos pasar y lo ignoramos por un tiempo.

No obstante, si llegara a tener un mayor impacto en nuestra propia vida, no solemos tener un enfrentamiento en búsqueda de corregirlo. La mayoría de las veces nos alejamos sin mayores consecuencias.

Eso no quiere decir que abandonar esas relaciones amistosas no genere un daño emocional, una herida profunda en la confianza y en el ánimo de los involucrados. En términos burdos, el fin de una amistad también produce un corazón roto.

Los amigos son accidentes que parpadean en un enorme cielo social, algunos pueden resistir y sobrevivir décadas enteras y otros tienen vigencia de un periodo corto, que puede ir de días a horas. Sin embargo la amistad, como forma de involucramiento humano, nos deja una lección muy importante a la que si le diéramos la importancia que merece, nos permitiría entender mejor las relaciones románticas.

A un amigo lo aceptamos y lo queremos por como es y no estamos tratando de moldearlo y transformarlo a nuestro gusto, como solemos hacer en los noviazgos o matrimonios.

Los amigos no son más que seres que nos acompañan en un momento específico de la vida; son tan efímeros y pasajeros como los vestigios que deja el mar en la costa y que segundos después los vuelve a lavar. Son pocos los que tienen el peso necesario para lograr asentarse y permanecer.

¿Qué opinas de la amistad y sus diferencias con el amor? ¿Te ha lastimado más un amigo o una pareja? Participa

@AnjoNava

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