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#CDMA: ¿Cómo deshacerse de la desesperación?

En mis épocas de soltero empedernido había un distintivo con lo que simplemente no podía lidiar. A la hora del ligue, no me importaba que la chica frente a mí fuera guapa, inteligente, exitosa o chistosa; si durante mi acercamiento percibía en ella un sentimiento de urgencia por entablar una nueva relación, entonces yo ponía un pretexto para suspender de tajo la conversación y me daba media vuelta.

Claro que, sin querer, mi acción colaboraba para intensificar un círculo vicioso en la persona que había mostrado signos de desesperación. Probablemente ella pensaba, “Y ahora, ¿qué hice mal? ¿Dije algo malo? ¿Me huele la boca? ¿Por qué siempre me pasa esto a mí?”, sin un indicio real del problema.

Quizá mi juicio parecía implacable y aventurado cuando la intención de la otra persona era de solo ser amable, pero la idea de cumplir todo el cúmulo de expectativas formadas hasta ese momento creaban una presión de la que simplemente no quería ser partícipe.

Hay señales inequívocas que delatan nuestra urgencia.
Hay señales inequívocas que delatan nuestra urgencia.

En mi opinión, hay señales inequívocas que delatan esa urgencia de la que hablo, por ejemplo el nerviosismo extremo. No me refiero a esa conducta natural que surge de manera espontánea en un cortejo. Hablo de aquellas veces en las que no se puede controlar. Cosas como reír por reír —en especial si nadie ha contado ningún chiste—, tartamudear, repetir varias una misma idea o perder la coherencia durante una plática.

Otro indicio es el ensimismarse en esos primeros contactos. El querer convencer al otro sobre lo bueno, valioso, exitoso o talentoso que se es. Un queridísimo maestro de creación literaria, el escritor cubano Manuel Pereira nos dijo en clase alguna vez: “Muestren, no demuestren”. En el flirteo pasa lo mismo, lo ideal es comportarse lo más natural posible y permitir que los demás descubran nuestras cualidades. El lanzar una ola de triunfos, la verdad, a nadie le importa.

Siguiendo por esa línea, la vehemencia es un tema delicado al conocer a alguien. Es peligroso llevar el diálogo en esas primeras instancias a temas acalorados y polémicos o bien, a causas por las que se es demasiado apasionado. Ese tipo de intensidad no es nada ser sexy y es mejor guardarla para otra ocasión.

Por último está el ofrecer de más. La desesperación se escurre por las grietas de la buena voluntad y puede ser empalagosa y nada apetitosa. Querer interferir, involucrarse, ayudar o participar en la vida de un individuo al cual, hasta hace unos minutos era un completo desconocido, genera rechazo en lugar de simpatía. El pasarse de buena onda suele transgredir ciertos límites que cualquiera impone como mecanismo de defensa en un primer encuentro.

Por lo tanto, el remedio para controlar los síntomas de la desesperación es el misterio. Crear un ambiente de incertidumbre cuando se está entablando ese contacto inicial con alguien es una muy efectiva forma de provocar interés.

Pensemos en una película que tenemos muchas ganas de ver; en el momento en que te platican en qué acaba, sin importar el motivo por el que lo hicieron, el interés se esfuma. Por eso, en las relaciones también hay que construir la trama, llevarla con cuidado, desarrollar a los personajes e incluso poner obstáculos que hagan las cosas más difíciles para los protagonistas .

Además, el misterio también es una gran protección cuando se está conociendo a un prospecto. Recordemos que la información es el bien mas preciado que existe en el planeta, por lo que hay que ser muy selectivo con las personas con las que se comparte la misma. Hablar de más garantiza ahuyentar a la gente, mientras que el mantenerse indiferente provoca curiosidad.

La desesperación es la principal matapasiones, por eso, al salir, lo mejor es dejarla en casa.

@AnjoNava 

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