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Formas de conquistar: la nota de un extraño

Una mañana, hace una semana, mi amiga María José llevaba a cabo su rutina de trabajo como cualquier otro día: revisaba correos electrónicos, mandaba unos cuantos más, se levantaba para dar indicaciones a los diseñadores, hacía solicitudes, contestaba su teléfono… en fin, lo normal. Sin embargo, hubo algo que no la dejó concentrarse en toda esa jornada en particular.

Fue una mirada. El intenso escrutinio de un hombre que pasó gran parte de ese martes encerrado en una sala de juntas, pero que el enorme ventanal de la misma le permitió presenciar a la perfección de lo que pasaba afuera, incluyendo, por supuesto, todo lo que mi amiga hacía.

—No era empleado de aquí. No sé si era un cliente o un proveedor —me contó esa noche—. Supongo que era un proveedor porque estaba vestido muy poco formal. A la una de la tarde salí a comer y, cuando volví, ya se había ido. Pero en mi lugar encontré esto.

María José me enseñó una pequeña nota en un papel amarillo que decía:

                                                    “Guapa: Estás muy linda. Text message”

Y, en la parte abajo un número telefónico.

— ¡Qué mala línea!— exclamé yo—. Es el colmo de la fanfarronería. ¿De verdad pensó que con esa nota lo ibas a buscar? Por favor dime que no lo hiciste.
— ¡Claro que no! ¡No me gustó para nada!
— Menos mal.

Tras escucharla tan tajante, me quedé pensando en el hecho en sí. Era lógico que María José, al sentir que se había vuelto objeto de la incisiva fascinación del tipo, volteó a verlo más de una vez y él interpretó que se trataba de una atracción mutua. Su arrojo fue circunstancial, detonado por una falsa señal, pero, ¿qué hubiera pasado si se diera algún tipo de reciprocidad entre ellos?


— ¿Le hubieras escrito un mensaje respondiendo a su nota? —pregunté.
— No, no lo creo. Me hubiera dado pena y me habría hecho sentir como una desesperada o algo así.

María José respondió con lo primero que le vino a la cabeza, con esas ideas que a las mujeres les siembran desde niñas que están basadas en creencias más que con deseo.

— Pero en el fondo, muy adentro, te debes de sentir halagada, ¿no? Porque, al fin y al cabo, fue un gesto que hace sonreír al ego.
— No, al menos no en la forma que estaba escrito el mensaje —respondió.

Al volverlo a ver tenía razón. Era un texto engreído, que al tratar de ser misterioso y sintético terminaba por resultar en una propuesta sosa y poco amigable.

— Además, ¿por qué puso “mensaje de texto” en inglés? —pregunté.
— Para sonar “moderno” —se burló María José.
— Aunque hay que reconocer su osadía —opiné—. Al menos lo intentó.
— Pero fue un pésimo intento.

Dejando a un lado fondo y forma, creo que la intención del hombre no fue mala. Se atrevió a establecer contacto con alguien que podría parecer imposible de alcanzar, por la falta de vínculos entre ellos. Por al no existir esa oportunidad de intercambiar un saludo o de estar en un sitio como un bar, en donde un acercamiento casual es mejor tolerado, fue la mejor opción que tenía.

Si lo pensamos, al cambiar un par de variables, se pudo dar una de esas historias de amor con las que un generoso sector de la población mundial sueña con experimentar algún día. Pero la vida es así. Para que algo maravilloso ocurra se tienen que conjugar esas dos variables.

¿Tú qué hubieras hecho?

@AnjoNava

 

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