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Estoy considerando ser un DINK para siempre

DINK significa Doble Ingreso y Sin Niños (por sus siglas en inglés) / Foto: Thinkstock
DINK significa Doble Ingreso y Sin Niños (por sus siglas en inglés) / Foto: Thinkstock

—Hoy se me hizo tarde porque mi hijo me vomitó la camisa de camino a la guardería— me dijo mi amigo Christian hace unos días cuando llegué a la oficina.

— ¡Qué asco! —le respondí.

—No, me regresé a cambiarme —exclamó en su particular acento extranjero—. Ya no estoy sucio.

Mi compañero de trabajo es tan solo un año más joven que yo y, aunque nos dedicamos a lo mismo, nuestras vidas son muy diferentes. Él es casado y tiene un pequeño hijo de dos años, ése que lo atacó con un acertado disparo de reflujo al bajarlo de su sillita especial para auto.

Christian y yo trabajamos hombro con hombro y hemos aprendido a conocernos bastante bien. Todos los días me cuenta algún logro o contratiempo escatológico de su pequeño hijo. De lo caro y difícil que les resulta a él y a su mujer seguirle el paso a la criatura, la forma en la que consume sus días y su cartera. Los trucos que han descubierto en el camino para poder pasar un rato solos —que no son muchos— y cualquier cantidad de anécdotas que le llenan la cara de orgullo y satisfacción.

— ¿Sabes lo que te hace falta? —me dijo durante alguna de las veces que salimos a comer.

— ¿Qué? —le pregunté.

—Tener hijos —reveló mientras levantaba enfático su dedo índice.

Solté una carcajada.

—Lo digo en serio. Es algo que todas las personas tienen que experimentar para entender verdaderamente la existencia.

Me quedé callado y lo dejé seguir.

—Es muy fácil, hasta que tienes hijos, no entiendes tu verdadero valor en el mundo, todo lo demás pasa a segundo plano. No seas tan egoísta. ¡Tu novia y tú deberían de reproducirse!

Aunque ajeno, mi amigo planteó un precepto interesante y digno de un debate. Sin embargo, opté por dejar las cosas así.

—Tienes razón, no lo entiendo —dije antes de seguir comiendo.

Unos días más tarde, sin razón aparente, mi madre sacó un tema similar cuando nos vimos para desayunar. ¿Por qué la vida tenía esta insistente forma de recordarme de mi potencial descendencia, cada vez que me sentaba en una mesa para comer?

—Creo que si algo hicimos bien tu padre y yo, es que nunca les creamos una presión para casarse y tener hijos —reflexionó—. Escogimos muy bien nuestras palabras. Les dijimos: “Si decides casarte o si quieres niños, entonces...”.

—Sí, tienes razón —admití—. Pero, ¿sabes? Aún así, siempre crecí pensando que era algo que tenía que hacer. A mí alrededor parecía que era el único criterio por el cual se juzgaba a una persona.

Con el paso de los años esas nociones se perdieron por completo y, la verdad es que, he adoptado el término de DINK (que significa doble ingreso, sin niños por sus siglas en inglés) con mucho aprecio. No es que mi novia y yo gocemos de grandes lujos ni placeres. La mayor parte del tiempo ambos tenemos algo que hacer. Entre su escuela y mis múltiples ocupaciones, no nos quedan muchas oportunidades para divertirnos, salir o comprarnos cosas, pero, cuando realmente queremos hacerlo, podemos.

Quizá, como dijo mi amigo Christian, pareciera una actitud egoísta, pero no lo creo así. Antes de invertir en un nuevo ser humano, se deberían destinar esos recursos a uno mismo. A conocerse y estudiarse, a quererse y consentirse, a descubrir y explorar lo evidente y lo inconsciente. Y para eso se necesita del recurso más codiciado de todos: el tiempo. Además de lo económico, se requiere tener de una absoluta disposición y entrega para criar a un niño y, por supuesto, estar listo, como su padre, para dejar que la existencia propia pase a un segundo término.

En definitiva, yo no estoy listo, y no creo estarlo en mucho tiempo.

Twitter: @anjonava

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