Escape de la ‘friendzone’

Muchos no saben cómo acabaron allí y de lo único de lo que están seguros es que el 'friendzone' es una prisión / Foto: Thinkstock
Muchos no saben cómo acabaron allí y de lo único de lo que están seguros es que el 'friendzone' es una prisión / Foto: Thinkstock

Críticas; así describiría las primeras horas después de conocer a una persona. Son estos momentos en los que ambas partes deciden, o inclinan su posición, sobre lo que les gustaría que pasara con el otro. Es cierto, no son definitivas y permiten una ventana de posibilidad para que suceda cualquier otra cosa, pero ésta se va cerrando conforme transcurre el tiempo.

De alguna u otra forma, todos hemos estado allí, con ese ser hasta hace pocos instantes desconocido, sin tener idea de hasta dónde llegará (aunque muy probablemente sí sepamos hasta dónde queremos que llegue). Las opciones son muchísimas e, incluso, muy ambiguas. Pueden oscilar desde una noche de placer hasta la esperanza de que se convierta en un futuro cónyuge y, por lo general, son impulsadas por la ilusión y emoción que genera el deseo de volver a ver a esa persona al día siguiente.

Es entonces que debemos implementar un plan de acción, una estrategia, cuya única meta sea eso que queremos que ocurra, dado nuestro estado civil, deseos y posibilidades.

Por desgracia, no lo hacemos y, en cambio, navegamos sin rumbo en la inmensidad del mar de la confusión. Permitimos que a nuestras velas las guíen la incertidumbre y el azar, sometiéndonos al destino que nos tengan planeado, sin importar cuál sea éste, y lo aceptamos resignados una vez que somos conscientes de su paradero.

Quizá uno de los más temidos sea la llamada coloquialmente friendzone, o esa instancia en la que la amistad que une a un par de personas imposibilita que se desarrolle cualquier otro interés de índole romántico o sexual entre ellos. Muchos no saben cómo acabaron allí y de lo único de lo que están seguros es que la zona de la amistad es una prisión y, una vez dentro, es imposible escapar.

Las señales para identificar que se ha caído en la friendzone son vastas y se pueden resumir en todos esos argumentos y evidencias por los que la relación aún no ha evolucionado: excusas, pretextos, terceros, silencios incómodos, deseos no expuestos, por nombrar algunos. Hablar de cada uno sería una tarea titánica y de poca relevancia. Lo importante es cómo romper la amistad y convertirla en algo más y si esto es posible.

Definitivamente, no es fácil y hemos de aceptar que tiene minúsculas probabilidades de concretarse con éxito. Durante mi juventud, sobre todo en la universidad, fui víctima de la friendzone en diversas ocasiones y, tras años de análisis, creo haber identificado la única salida posible al embrollo llamado amistad.

De ante mano, en un ejercicio de sinceridad, debo confesar que aunque sea una acción simple, no es bonita, ni tampoco fácil de hacer. Al ponerla en práctica, más de uno de los involucrados puede resultar lastimado. Para romper la friendzone hay que alejarse de la amistad. Quizá mucha gente salte en desconcierto ante semejante barbaridad, pero es cierto, la única forma de modificar el estado de una relación amistosa es provocando un sentimiento de pérdida en la persona en cuestión. Que sufra lo que sería la vida sin la atención y el cuidado que nosotros proporcionamos. Que sienta nuestra ausencia. Que le duela.

Aunque parezca un ejercicio sadomasoquista, pensemos en que es por el bien de todos. Se debe ser valiente, confesar el amor que esa persona nos hace sentir y después marcharnos; a menos, claro está, que al comunicárselo pegue un brinco para comernos a besos.

Las respuestas más probables que podemos obtener son cosas como: “Pero, tú y yo somos amigos”, “¿Qué va a pasar con la amistad? La vamos a perder”, “Me tomas por sorpresa, jamás me cruzó por la cabeza que tú yo...”, entre otras. No obstante, se requiere de firmeza antes la postura que habremos de adoptar.

Más tarde sabremos si la estrategia surtió efecto. De ser así, la otra persona nos buscará y considerará escalar un nuevo nivel en la relación. Si no, existe la posibilidad de no volver a saber de ella y tendremos entonces que lidiar con nuestra propia pérdida. Aun así tenemos el consuelo de que la vida mejorará, porque tener junto a un ser humano al que queremos besar y ceñirlo con los brazos; tocar y acariciar, mientras le decimos todos los sentimientos que nos provoca y lo muy feliz que nos hace, sin poder hacerlo, es una condena terrible.

La friendzone es y será el purgatorio de las relaciones.

Twitter: @anjonava

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