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#CuestiónDeAmor: Las ‘cougars’ y la otra cara de la señora Robinson

Algo tienen las mujeres maduras
Algo tienen las mujeres maduras

Algo tienen las mujeres maduras.

Las que en la actualidad se conocen como cougars o MILFS (Madres A Las Que Me Quiero Tirar, por sus siglas en inglés) se han ganado un lugar importante en las fantasías de los hombres. Con esa mezcla de experiencia e increíble desempeño sexual, compensan los atributos físicos que el tiempo se ha encargado de aminorar.

Una mujer que rebasa los 40 años de edad no formula muchas preguntas y hace prácticamente lo que se le da en gana. Es probable que goce de la solvencia y estabilidad económicas para valerse por sí misma y mantener sus exigencias al mínimo. Tanto para dar y tan poco que esperar de regreso, ¿qué es lo que quieren estas damas a cambio de todo lo que hacen por sus amantes?

¿Acaso, alguien en el egoísta gremio masculino al que pertenecemos, se había hecho esa pregunta?

Yo en especial no. Al menos no antes de ver el correo que me envió una lectora de Argentina que, aunque no lo pidiera de forma explícita, por discreción dejaré su nombre en completo anonimato. Para fines prácticos y en honor al emblemático personaje que interpretó la inolvidable Anne Bancroft en 1967, en la cinta "El Graduado", llamémosla señora Robinson. Ella relata cómo de un día para otro se había enganchado con alguien 15 años más joven, “…comenzó a seducirme, a tenerme en cuenta, me admiraba”, escribió. No narra más antecedentes del origen del amorío y de lleno describe lo que él la hacía sentir, “En ese momento la relación me hizo bien, nos divertíamos juntos, era una relación libre, así la tomé, debido a la diferencia de edad, nos respetábamos".

Uno se podría imaginar que los pasajes románticos libres de compromiso son idóneos, ya que al igual que en una grandiosa bacanal, la indulgencia es el único aliciente, pero no es así. Aun en aquellos casos en los que se es consciente de la superficialidad o inexistencia de responsabilidad o de la total ausencia de cimientos que soporte el peso de la relación, al día siguiente surge una cruda moral que arrastra a cualquiera a la realidad de su soledad.

Al respecto, la señora Robinson describe que, a veces, ésta aparece en forma de sentimientos de mayor índole. “A los meses, él se vuelve por razones personales a su lugar de origen, a varios kilómetros de Buenos Aires; empecé a sentir que me había quedado de golpe sola, aburriéndome y en una peor circunstancia, llenándome de cuestionamientos [sobre] por qué esos momentos no pueden durar más y, cómo ni siquiera enamoré a una persona menor, suponiendo que mi basta experiencia era suficiente y por demostraciones de la otra parte… llegó a decirme que si no fui el amor de su vida, [al menos] le pegué en el palo”.

De cualquier forma, creo que los millones de hombres que encontramos atractivo a este segmento de la población femenina, al mismo tiempo las subestimamos en cuanto a lo que pueden llegar a sentir. Asumimos que el trecho de vida que nos llevan de delantera las vuelve inmunes a desarrollar lazos emocionales con sus respectivos amoríos.

“Mis amigas opinan que tarde o temprano los chicos jóvenes dejan a las parejas mayores”, confiesa la señora Robinson. “Hoy, la relación me deja incompleta, me cuido en lo que le digo, en lo que le demuestro. Se convirtió en un juego oscuro, él me critica mucho y pasó de querer estar siempre a mi lado y buscarme, a ponerse en la situación inversa: verme cuando quiere y casi no me busca. Conversarlo se me hace difícil, es tan frontal, que temo me diga cualquier barbaridad”.

Aunque la señora Robinson no reveló ni un dejo de información de su pasado o el porqué acabó en una situación así, tengo la impresión de que tiene una enorme necesidad de amar y que, al encontrar una relación pasajera —que bien sabía que era pasajera, por las muchas advertencias que recibió de la gente que se preocupa por ella—, y no tener nada más, le depositó al romance fe y entrega, como si se tratara de un pretendiente serio.

Al frecuentar a alguien más joven siempre se corre el riesgo de que el comportamiento sufra una regresión y creo que a la señora Robinson le pasó. Se dejó llevar por el momento al igual que lo haría alguien más ingenua y novata. Al final del día, se espera que ella, que ha vivido más, sea quien tome las decisiones maduras. Buscar amor donde hay amor y dejarlo cuando es cualquier otra cosa.

Si yo estuviera en su posición, usaría a los jóvenes como ellos la usan a su vez y, en caso de experimentar sensaciones que no debería, entonces dejarlos de inmediato. Las probabilidades de que alguien 15 años menor se convierta en el amor de la vida de cualquiera son bajas, pero, entre tanto, eso no significa que no sea muy divertido.

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@AnjoNava

Si quieres compartir tu caso escribe a: anjo.nava@yahoo.com