Así funciona Tinder, la app para encontrar pareja

Soy un viejo romántico que, por lo general, prefiere las técnicas y prácticas de antaño cuando se busca conquistar a una persona. No importa el fin de la misma, si se trata de un encuentro de una sola noche o el primer intercambio de muchos que, tarde o temprano, llevarán a un compromiso mayor, siempre he pensado que la mejor forma de saber si uno le gusta a alguien es abordándola y descubriéndolo por sí mismo.

La incertidumbre previa provoca taquicardia, sudoración, malestar estomacal y todas esas cosas que hacen que obtener una respuesta sea una gran experiencia, incluso cuando ésta sea negativa. Es una emoción parecida a la que provocan los juegos mecánicos de una feria o una película de suspenso cuyo desenlace no se sospecha en ningún momento y se revela hasta el último cuadro. En consecuencia, el resultado favorable sabe a una batalla ganada. Es un logro inconmensurable que te levanta en hombros y te envuelve de gloria.

Sin embargo, vivimos en la era digital y hoy existe una aplicación cuya premisa pretende facilitar toda la agonía del cortejo y sintetizarla en un simple catálogo de candidatos desplegado en el celular. Hablo de Tinder, una herramienta para los teléfonos inteligentes cuyo principal fin es el descubrimiento social, basado en la geolocalización, entre usuarios mutuamente interesados. En términos simples, sirve para conocer a personas que están dentro de un rango cercano.

Con millones de usuarios en todo el mundo que la han descargado, hace unos meses sentí una enorme de curiosidad de saber cómo funcionaba y de averiguar para qué la estaba usando la gente, al menos aquella que estaba en un rango cercano al mío.

Para que funcione, uno debe concederle a Tinder acceso a su cuenta de Facebook, lo cual, hasta cierto punto, le da algo de credibilidad al asunto. Por supuesto que hay quienes falsean su información en esa red social para tratar de acceder a los contenidos de otros usuarios pero, por fortuna, son la minoría.

La interfaz de Tinder es sencilla y después de crear un perfil y ajustar las preferencias —como rango de edad, género y distancia— deseadas, empiezan a aparecer en la pantalla los posibles candidatos destinados a dos rutas muy distintas entre sí: la de la aceptación o el rechazo. Con sólo un movimiento de dedo se elige el destino de cada uno, como lo hacía un emperador romano cuando estaba frente a un gladiador victorioso.

Es importante señalar —porque es uno de los principales miedos que surgen de utilizar la aplicación— que los demás usuarios no saben en este momento cuál fue la elección, a menos que se haya dado una concordancia positiva entre ellos.

Para tomar la decisión se cuenta con datos básicos de los aspirantes, tales como varias fotografías, gustos y amigos en común y la distancia física que existe entre ambos. Es así como empieza a girar un carrusel de opciones y se seleccionan a aquellas personas que resultan atractivas y se desecha a las que no. Claro, el perfil propio corre con la misma suerte y es expuesto en los teléfonos contiguos.

Lo interesante ocurre cuando se da una reciprocidad y ambas personas manifiestan su gusto por la otra. Es ahí cuando se habilita una opción para empezar a chatear y, a partir de ese momento, cualquier cosa puede ocurrir.

Por lo que pude notar después de usar la aplicación por varias semanas es que la gente en Tinder es muy normal. Hay quienes buscan a una pareja con la cual tener una relación sexual una o más noches, quienes quieren encontrar a una posible pareja sentimental, aquellos que sólo quieren saciar su necesidad de aceptación y unos cuantos más que aprovechan la coincidencia para platicar con alguien.

En general, las chicas con las que yo hablé fueron amistosas, educadas y divertidas, unas muy conservadoras y otras más arriesgadas, algunas que se mostraban libres y otras más cautelosas, pero la mayoría respondía lo mismo cuando les preguntaba por qué estaban allí: para conocer gente. Detrás de cada una se percibía una sensación de esperanza, de que por fin darían con un hombre que las valoraría por quienes son y las aceptaría a pesar de sus diferencias.

En todas ellas había un dejo de soledad que permeaba a través de las ondas electromagnéticas que separaban los dispositivos. La misma soledad que se respira en un bar, un cafe o cualquier lugar en donde se reúnan las personas.

Quizá Tinder y el resto de los medios para conocer gente digitalmente no sea tan intenso como hacerlo en vivo, pero nadie puede negar la emoción al recibir un mensaje de texto de alguien a quien nunca se ha visto en persona.

¿Qué te parece? ¿Has usado la tecnología para conocer gente? ¿Cómo te fue?

@AnjoNava

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