Anuncios

De la amistad al amor también debería de haber un paso

Todos sabemos que en el mundo de las relaciones, la friendzone es de los peores sitios al que caemos las personas. En alguna otra entrada, ya había hablado de la que sigo convencido es la única escapatoria a esta condena sentimental. Era una guía tan práctica para evadir ese peculiar estado en donde ser amigos pesa más que perseguir un compromiso más serio, que tenía un solo paso a seguir.

Escape del 'friendzone'
Escape del 'friendzone'

[Relacionado: Escapar del friendzone]

Ahora quiero dar un paso atrás y reflexionar sobre esa etapa en la que se manifiestan las primeras dudas. Aquel momento en el que somos conscientes de que tenemos una buena amistad con alguien por quien también sentimos una fuerte atracción y nos preguntamos, ¿qué tan buena idea es tratar de probar suerte y buscar algo más?

Los puntos en contra ya están muy sobados y siguen resonando en la cabeza de quienes hemos pasado por ahí. Ya entendimos que existe un riesgo latente de perder la amistad, ya sea por el simple hecho de plantear la pregunta y que ésta haga que cualquier dinámica futura se vuelva un tormento de incomodidad, que el impacto del rechazo haga intolerable estar el uno con el otro o que la prueba termine en fracaso y, tras el rompimiento, no puedan continuar con la amistad.

Lo interesante es analizar la lógica detrás de perseguir una relación con un amigo. Empecemos con lo evidente, los amigos garantizan pasar un buen rato. De no haber sido por la amistad previa, de esa química, de los momentos que uno no quiere que terminen, de saber exactamente lo que está pensando, pero que aún así encuentre una forma de sorprendernos, no hubiera surgido la inquietud en primer lugar. En términos teóricos, evolucionar la relación sólo debería promover un mayor número de ocasiones para que estas interacciones sucedan.

Una de las claves para que un noviazgo prolifere es la confianza. El saber que la persona con la que se sostiene el compromiso está alineada con uno y que se puede acudir a ella en caso de ser necesario. Aunque parezca un elemento obvio, muchas de las parejas modernas parecen ignorarlo por completo y terminan enamorándose de su peor enemigo. Un buen amigo da este hecho por sentado. Para entablar una amistad también se requiere de una fuerte dosis de confianza e incluso ésta suele ser mayor que la que se ha tenido con exparejas. Todos tenemos a alguien así, a quien le contamos cualquier cosa, por íntima que ésta sea, y que nos escucha sin emitir ningún juicio.

Siguiendo por esta línea, los amigos ya nos conocen y, por lo tanto, no tenemos que tratar de aparentar y poner frente a ellos una mejor cara; saben nuestros vicios y problemas de temperamento, obsesiones y excentricidades, deficiencias e intolerancias y aún así deciden compartir tiempo con nosotros. De la misma forma, cuando surge esa espinita romántica hacia ellos, el nuevo interesado está asumiendo todas las peculiaridades negativas en el otro, por lo que la vía tendría que estar despejada para que pasara algo más.

Alguna vez mi padre me dijo que la diferencia entre amistad y amor era el sexo. Siempre he pensado que tenía razón. Los verdaderos amigos son gente que inspira un sentimiento de admiración, ganas de quererlos ver, un respaldo casi incondicional, apertura para poder hacer y decir lo que sea sin veredictos o sentencias, tal y como sucede —o tendría que suceder— con la pareja. Salvo algunas excepciones, los separa una distancia física y mientras ésta no se rompa, entonces seguirán siendo solo eso: amigos. Una palabra que irónicamente es de las que más dolor llegan a producir.

@AnjoNava