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#CDMA: Fíjate qué reclamas en una pelea de pareja

Durante una comida, hace apenas un par de semanas, mi amiga Gabriela estaba más concentrada en la pantalla de su teléfono móvil de lo habitual. Suele tener la buena costumbre de que, una vez que se sienta en la mesa, guarda el aparato en su bolsa y le dedica a las personas con las que está toda su atención. Incluso aquella vez, ella ni siquiera se inmutó cuando el mesero nos trajo el primer tiempo.


Aprovecha tu próxima pelea para arreglar las cosas, no para hacerlas peor.
Aprovecha tu próxima pelea para arreglar las cosas, no para hacerlas peor.

—Se te va a enfriar —dije después de un rato.

—¿Cómo? —respondió sin despegar la mirada de la pantalla.

—Tu sopa, se va a enfriar— insistí.

En ese momento por fin fijó los ojos en el recipiente que hace unos minutos había dejado de humear.

—¿Todo bien? —pregunté.

—La verdad no —dijo ella.

Finalmente Gabriela tomó la cuchara pero justo antes de zambullirla en la crema de brócoli, la bajó una vez más para contarme.

Anoche me peleé con mi novio. Fue muy feo y estoy quedando con él para verlo en la noche y aclarar el asunto.

Gabriela me contó algunos de los factores que detonaron la pelea, por ejemplo, que ella odiaba lo descortés que podía llegar a ser su novio, sentía que a fechas recientes él se había vuelto poco cariñoso y que cada vez hablaban menos, convivían menos y se reían menos. En pocas palabras, muchos de los achaques que sufren las parejas después de un tiempo de estar juntas. Sin embargo, al narrar lo que se dijo durante la confrontación, ninguno de estos puntos figuraron en la argumentación.

—Miguel olvidó hacer un depósito importante y ahora vamos a tener que pagar los intereses. Obvio me enojé muchísimo —dijo Gabriela.

—¿Y le dijiste lo que sentías sobre todas esas cosas que me acabas de decir?

—Sí, claro, le supliqué que pusiera más atención, que los asuntos en la casa no estaban como para tirar el dinero en cobros moratorios.

—Sí, pero, ¿qué hay de las desconsideraciones, la falta de afecto y demás problemas? —pregunté.

—Pues por eso, fue muy desconsiderado. Desconsiderado de los gastos y de la situación en nuestra casa.

—Y contigo —afirmé.

—Sí, conmigo también.

—Pero no le aclaraste cómo te sientes.

—Todavía no —reconoció.

A nadie en el mundo le gusta pelearse con sus cónyuges. Claro, siempre hay enfermos que se aprovechan de la confianza e intimidad de vivir en pareja para descargar todas sus frustraciones personales, pero eso amerita una entrada de blog completamente aparte. Para el resto de quienes sostenemos una relación sentimental , las peleas son momentos de discordia provocados por una o más situaciones adversas, incómodas o molestas. La cuestión es, que como le pasó a Gabriela, rara vez las aprovechamos para atacar y corregir lo que está mal. En cambio, elegimos un pretexto cualquiera y lo sobredimensionamos para liberar un poco de la presión que está generando el fastidio.

La pelea debe de ser un gestor de transformación, un escaparate cuyo único fin es el mejorar y, ¿cómo se espera que así suceda, si ni siquiera somos capaces de comunicar el verdadero problema?

—Igual, me molestó mucho que no hiciera el depósito —dijo Gabriela después de explicarle mi postura.

—Acábate tu sopa. Ha de estar helada —respondí.

 

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