Tiempo y espacio

En casa, el tiempo y el espacio no son necesariamente componentes de una teoría científica. Probablemente, Albert Einstein, quien formuló desde esos conceptos la Teoría de la Relatividad, tendría un desaprobado en el tiempo y el espacio domésticos. Era un hombre entretenido que padecía —y hacía padecer— su desprecio por la forma en que el orden en casa beneficia el tiempo de los que la habitan.

Con toda seguridad habrás llegado a donde una amiga que te ha hecho pasar al interior de su vivienda combinando el saludo con la frase hecha: "No te fijes en el desorden", a lo que debió seguir una justificación para que su espacio, el espacio del hogar, estuviese en un estado lamentable.

La organización de todo lo que integra la vida bajo tu techo podría parecer a algunas personas una noción puramente estética. El orden, sin lugar a dudas, hace de las casas —aun de las más humildes— un lugar bonito, que habla por sí mismo de las personas que la habitan y, especialmente, de la mujer que la dirige. Pero, el desorden no sólo ofrece una valoración negativa sino que crea un serio problema: la pérdida de tiempo.

Es aquí que se unen espacio y tiempo en un solo inconveniente que extiende cualquier tarea de manera irracional y conspira contra tu tiempo. Todas las mujeres que aprecian su vida personal —porque además de la atención al hogar necesitan realizarse en otras actividades de cualquier naturaleza, incluido el trabajo— saben que serán más libres en la misma medida que los deberes hogareños le consuman menos tiempo.

Aquí entran a jugar los beneficios de la tecnología, que suponen una mayor eficacia; digamos una productividad más alta, en multitud de ocupaciones: lavar, fregar, limpiar, cocinar… todo eso, y más, puede tener en tu casa el apoyo de los adelantos técnicos del equipamiento doméstico. En cambio, sigue siendo el orden y el método lo que le hará realmente tus mejores aliados.

Tu lavavajillas podrá ser de última generación, podría decirse que trabaja "por su cuenta"; pero una cosa es el dicho y otra, el hecho. Si acumulas en la cocina la vajilla sucia, mezclándola con lo que no se ha utilizado; si friegas a mano lo que necesitas de inmediato teniendo el dichoso aparato lleno porque ni siquiera lo has abierto, te encontrarás con un problema: el fregado, a pesar de estar a cargo de una tecnología de punta, te hará invertir un tiempo precioso en algo que debía ahorrártelo y, de paso, ese espacio de limpieza por excelencia tardará en tener el aspecto que requiere.

Si se logra mantener el orden diario, como una rutina, nunca se llegará al caos de tener que empezar de cero. Para eso necesita establecer un lugar para cada cosa, economizar y aprovechar al máximo los espacios para guardar usando el ingenio. Las cosas de uso habitual deberán ubicarse al alcance de la mano, mientras las otras que no se utilizan diariamente pueden tener un lugar más escondido.

El orden no significa la monotonía sino invertir en buscar una camisa los diez segundos necesarios. Para no perderte escarbando y revolviendo, primero tendrías que encontrar el sitio donde cada cosa debe estar y, más tarde, organizarlas de acuerdo a la lógica y las necesidades. Por ejemplo, tu ropa limpia y la de tu esposo deben estar, indudablemente, en los closets o armarios de la habitación matrimonial. No en el baño o en el cuarto del niño. Y en esos espacios destinados a guardarla sería necesario un orden por tipo de pieza, sin mezclar la tuya con la de él.

Las cosas menudas, como las joyas o la bisutería pueden rodar y rodar por la casa hasta el día en que las necesitas, que hay que hacer sonar la alarma y poner a todo el que viva contigo a gatear por las habitaciones. Es preferible que tengas el cuidado de usarlas y devolverlas a su sitio.

Los libros y los papeles, importantes o no, son los mejores aliados del desorden. Se justifica que puedan aparecer en cualquier lugar mientras estén en uso; porque un libro sobre la mesita junto al sofá no es desorden sino muestra de que alguien en casa lee. Pero diez libros, cuatro periódicos y seis cartas del banco es sinónimo de un caos generalizado que te hará perder mucho, pero mucho tiempo de vida.