Violencia simbólica

Habitualmente asociamos la violencia con golpes, pero hay otros tipos de violencia, más sutiles, que no dejan marcas en el cuerpo pero son tan peligrosas como la física.

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De alguna manera esto perpetúa la agresión machista hacia las mujeres y estimula la violencia de género.

El célebre sociólogo francés Pierre Bordieu, responsable de acuñar el término, explica que "la violencia simbólica se refiere a un grupo de significados impuestos como válidos y legítimos por la cultura patriarcal, que parten de la supremacía y dominación masculina y, por tanto, tiene estrecha relación con el poder y la autoridad".

Se trata de un tipo de maltrato sostenido en las prácticas culturales de hombres y mujeres y puede presentarse en todos los espacios de la vida social, según explica la socióloga Magela Romero en el sitio Comunicar Igualdad. ”Estamos hablando de una violencia que se expresa a partir de la legitimidad en que el poder patriarcal se concreta en todos los modelos impuestos a las mujeres, desde un determinado ideal de belleza hasta el rol tradicional de ama de casa, el ser incondicional o la moderna superwoman“.

Nos parece natural que nos queramos asemejar a esos modelos y que se nos juzgue a partir de ellos cuando no somos así, sin darnos cuenta de que eso nos violenta porque la realidad humana es más compleja”, señala Romero.

De alguna manera damos por "normal" la consideración de que las mujeres tenemos el deber de satisfacer los deseos sexuales de nuestras parejas y serles fieles; o que debemos ser delicadas, bellas y sencillas; o que "pertenecemos" a los hombres, les debemos obediencia, y nuestra principal función es ser responsables de los hijos y la familia.

A mi amiga Laura, su marido nunca le permitió trabajar, a pesar de que Laura tenía cuando lo conoció una Licenciatura en Comunicación y trabajaba en esa área. Al principio fue con la excusa de "cuidar de los niños", y ella estuvo de acuerdo. Pero cuando los niños ya estaban más crecidos y ella quiso volver al trabajo, él se dedicó a desalentarla. Claro que ella lo aceptó. Hoy se arrepiente de haberlo permitido, pero ya es tarde. Su matrimonio terminó naufragando, y Laura quedó sola, frustrada, y sin experiencia laboral.

Hay que prestar atención para no perpetuar, en los ámbitos educativos, laborales o familiares, esta suerte de relacion jerárquica entre hombres y mujeres que naturaliza la supremacía masculina.

Aunque no lo crean, sigue muy vigente.

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