¿Venderías tus dientes?

Eso de intercambiar dientes por dinero no es algo exclusivo del Hada o el Ratón de los Dientes, la gente pobre sabía, no hace tantos siglos, que su boca albergaba unas posibles monedas cuando no había nada más y el hambre dolía o las deudas apremiaban.

¿Usarías los dientes de alguien más?
¿Usarías los dientes de alguien más?

De hecho, Víctor Hugo cuenta en “Los Miserables” cómo la desdichada Fantine debe vender sus dientes para poder seguir enviando dinero al malvado matrimonio Thenardier, que la engañaban haciéndole creer que estaban cuidando a su hija, Cosette, cuando en realidad la trataban como criada:

—“¡Hermosos dientes tenéis, joven risueña! Si queréis venderme los incisivos, os daré por cada uno un napoleón de oro.

— ¿Y cuáles son los incisivos? –preguntó Fantine.

—Incisivos –repuso el profesor dentista– son los dientes de delante, los dos de arriba.

— ¡Qué horror! –exclamó Fantine”.

El escritor francés describe que así, chimuela, como quedó, se ganaba las burlas de “esos jóvenes ricos y ociosos que abundan en las ciudades pequeñas”, los cuales le gritaban: “¡Qué fea eres! No tienes dientes”. Una apariencia que la perjudicó aún más –considerando que también vendió su pelo–, cuando no le quedó otra opción que prostituirse.

Lo cierto es que la compra y venta de dientes no era cosa rara en el siglo XIX, cuando se publicó la novela y hacía mucho tiempo que venía haciéndose.

Y es que los ricos que perdían por diversas razones sus dientes querían suplir esas ausencias, y ya que los materiales que ahora se usan para prótesis dentales ni siquiera se vislumbraban, los dientes humanos eran, por lógica, la mejor opción; muy caros en tiempos de paz y baratos en tiempo de guerra, ¿por qué? Porque los llamados “cazadores de dientes” esperaban en los alrededores del campo de batalla para, al terminar el enfrentamiento, sin ningún escrúpulo y con mucha destreza, extraer y arrancar en solo minutos, las cotizadas piezas de muertos y heridos inconscientes o incapaces de defenderse.

De hecho, el 15 de junio de 1815, día de la batalla de Waterloo, en la que Napoleón fue derrotado por Inglaterra, Holanda y Prusia, produjo unas 50 mil bajas y fue tal la cantidad de dientes recolectados por los ladrones que desde aquel momento las piezas dentales de segunda mano empezaron a llamarse “Dientes de Waterloo”, muy cotizados, ya que eran de soldados jóvenes, sin desgastes y sin picaduras, a diferencia de los de muy maltrechos de la gente pobre. Con ellos se abasteció Europa y hasta Estados Unidos, el dentista norteamericano Levi Spear Parmly –famoso por haber inventado el hilo dental– narraba en que tenía miles de buenos dientes extraídos en el campo de batalla.

Pero como no siempre había batallas de dónde surtirse, aparecieron los llamados “resurreccionistas”, que robaban dientes de cadáveres que desenterraban en los cementerios, y es que en esos tiempos, por ejemplo, en Londres, una dentadura completa costaba 30 libras esterlinas, bastante dinero para esa época; así que era un mercado muy rentable.

Set de dientes de porcelana
Set de dientes de porcelana

Poco tiempo después comenzaron a fabricarse dientes de porcelana, pero su apariencia era muy brillante, eran quebradizos y rechinaban al masticar, así que no recibieron muy buena acogida, así que los dientes de segunda mano seguían siendo muy populares, incluso el diario Pali Mali Gazette denunció, en 1865 que muchos dentistas seguían usando dientes humanos, que para ese año abundaban debido a la Guerra Civil de Estados Unidos.

Y aunque pareciera cosa de antaño, todavía ahora se venden dientes, aunque no con el propósito de usarlos en dentaduras, sino más bien en peculiares piezas de joyería. Toda una excentricidad o, ¿tú qué piensas?

Fuentes:

Historia de la medicina

Los dientes de Waterloo

SYMA odontología

Creces

Mira también:

Lavarte los dientes después de comer no es bueno

Malos hábitos que no sabías que dañaban tus dientes
Malos hábitos que no sabías que dañaban tus dientes