Traer el café con edulcorante no es un acto de cortesía

He pensado hacer un meme que diga: “A veces me siento como una vieja argüendera, pero luego encuentro a más personas como yo y se me pasa”. En lugar de la rana René, voy a poner una imagen de Peggy. ¿Y ahora por qué estoy enojada? La situación es la siguiente: con más y más frecuencia, cuando pido un café en un restaurante éste llega a la mesa en un plato muy coqueto con dos sobres de endulzante artificial. Así, sin que yo lo pida, viene por default, como una cortesía. Apenas los veo, se los entrego al mesero para que se los lleve. No los quiero cerca ni por casualidad. La situación podría parecer un asunto frívolo y burgués, pero dista mucho de serlo por varios motivos.

Foto: sciencenews.org
Foto: sciencenews.org

Empiezo por mí. Hace años tuve que hacer una dieta para participar en un espectáculo de danza y la misma nutrióloga me recomendó tomar productos “light”, cereales, gelatinas, bebidas y otros productos que contienen aspartame, sucralosa o sacarina. Al cabo de dos semanas me encontraba en una situación de angustia permanente y comencé a tener taquicardia. Me atendí y me informé: no eran los nervios del espectáculo, sino el efecto de los endulzantes químicos en mi organismo. Desde entonces los evito a toda costa, y conforme pasa el tiempo aparece más información que demuestra lo tóxicos que son estos edulcorantes, tanto que pueden destruir el sistema inmunológico.

Los edulcorantes han demostrado ser tóxicos.
Los edulcorantes han demostrado ser tóxicos.

El segundo motivo de mi desconcierto: nadie cuestiona si eso que es “sano” o “normal” realmente lo es. Ayer volvió a ocurrir la situación de los sobres de aspartame en mi café, pero no fui la única que se alteró. La amiga con la que estaba tomó los sobres y dijo: “¿Por qué asumen que todas las mujeres estamos a dieta?” Y otra respondió: “han de pensar que todas las mujeres creen que están gordas o les da culpa comer”. Me sentí acompañada cuando los escuché (ahí fue donde pensé hacer el meme).

Por lo visto, no soy la única que considera el gesto de los sobres no solicitados como algo más o menos insultante. Lo cierto es que se ha vuelto “normal” el que las mujeres hagan dieta (o digan que la hacen) permanentemente. Además de ser una agresión encubierta bajo el paradigma de la estética dominante –donde hay que parecer Barbie para ser deseable–, esta idea demuestra que nos hemos hecho cómplices de esos mensajes. Pero no, señores, no es sano hacer dietas (aquí los motivos). Y no todas las mujeres aspiramos a tener un cuerpo cuyas medidas resulten aptas para el consumo.

El tercer motivo por el que detesto los sobres de endulzante no solicitados tiene que ver con un problema de salud pública. Según datos de la Organización Mundial de la Salud en 2013, México ocupa el primer lugar en obesidad a nivel mundial (Chile anda muy cerca). Este problema no es una “epidemia”, como dicen las autoridades, sino un problema multifactorial que atraviesa todos los ámbitos de la vida. Voy a nombrar tres aspectos que, a mi parecer, son los más relevantes:

Hay que ver la obesidad no como una 'epidemia', sino como un problema multifactorial.
Hay que ver la obesidad no como una 'epidemia', sino como un problema multifactorial.

a) La penetración de los peores productos, la ideología y los hábitos de los Estados Unidos ha encontrado poca o nula resistencia en la sociedad mexicana, cuyas aspiraciones de consumo miran desafortunadamente hacia el norte.
b) Hay una ignorancia funcional alimentaria, es decir, la mayoría de la gente no lee las etiquetas de la comida que compra ni está al tanto del daño que provocan los alimentos industrializados; tal vez no les parece importante hacerlo pues confían ciegamente en lo que dicen la industria y la publicidad.

c) Investigaciones recientes han mostrado que el miedo y el terror producen anomalías genéticas que se heredan de una generación a otra e impactan en el metabolismo, el ánimo e incluso la fertilidad. Desde hace varias décadas, en México como en otros países de Latinoamérica se vive una situación de violencia tolerada, cuando no de terrorismo más o menos velado. Si a eso sumamos la precariedad de la vida (ahí donde los ricos son delgados y los pobres son obesos), el resultado es un país con más de 40 millones de pobres, desnutridos y obesos.

El gesto de los sobres no solicitados incluso tiene un trasfondo insultante.
El gesto de los sobres no solicitados incluso tiene un trasfondo insultante.

Por todo lo anterior, el hecho de que un sobre de endulzante artificial sea un signo de cortesía viene a recordarnos que no se puede tapar el sol con un dedo. Aceptarlo sin decir nada, sin reflexionar, equivale a ser cómplices de un problema mayor. Ojo: no condeno ni defiendo al producto, sólo manifiesto mi inconformidad ante el rostro de “amabilidad” o de “salud” con el que se ha integrado a nuestra vida cotidiana. Pero ahora que sé que no estoy sola en este desacuerdo, encontraré la manera más amable, educada e informada para hacerle saber a los gerentes de los restaurantes mi punto de vista.

@luzaenlinea

 

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