Sin temor a equivocarse

El otro día me tocó escuchar esta
conversación en una fiesta de niños: "Déjalo que corra, que se ensucie, que
juegue con los otros niños", insiste la abuela a su hija. La joven mamá
responde: "No. Si se cae, no puedo salir disparada para levantarlo. Además, los
otros niños son más grandes". Entonces la abuela se acerca a su hija y le dice,
casi como un secreto: "Aprender a levantarse, defenderse y superar la caída por
sí mismo, son las mejores herramientas que le puedes dar a tu hijo para el
futuro. No le niegues esa posibilidad".

Historias como ésta ocurren a diario, y no
sólo a las madres jóvenes. Para muchas personas, las fallas son vistas como una
humillación o una vergüenza de la que no pueden reponerse. Sin embargo, abrazar
nuestros errores hace más sencillo el aprendizaje, pues nos acercan poco a poco
hacia el resultado que queremos.

Las fallas son oportunidades de oro para
quien desee comprender cuál es el sentido de la vida. No hay que temer
equivocarse. Bien dicen que si no estás cometiendo suficientes errores, quizás
no estás tomando suficientes riesgos para llegar a donde quieres llegar.

Al respecto, recuerdo que hace algunos meses
leí en la revista Real Simple un artículo que mencionaba los errores que todo
el mundo debería cometer, cuando menos una vez en la vida. Aquí los comparto y
les agrego detalles de mi cosecha:

1. Hacer el ridículo . Conozco algunas personas que no tienen sentido del
ridículo; a veces meten la pata, pero casi siempre se salen con la suya. Al
final del día no sólo han aprendido una lección, también tienen una historia
muy graciosa que contarle a la gente. Quien teme hacer el ridículo, en cambio,
se pierde de una de las mejores enseñanzas de la vida: ser suficientemente
humilde como para reírse de sí mismo.

2. Amar a la persona equivocada . La vida es tan generosa que siempre nos envía a un
maestro del tamaño de la lección que tenemos que aprender. Si una historia de
dolor (traición, mentira, violencia, abandono) se repite, es que no aprendimos
nada de la relación anterior; hay que hacer que cada lágrima valga la pena.

3. Opinar demasiado . Sentarse hasta atrás del salón y no abrir la boca nos
mantiene en una zona de confort y nos ahorra saliva, pero nada más. Tomar el
riesgo de dar nuestra opinión, de proponer o tomar una postura, aunque después
nos demos cuenta que estábamos equivocados, nos permite aprender de nuestras
reacciones y conocer a los demás.

4. Dejarse llevar por la corriente . Probar looks, actitudes y tendencias no siempre significa
imitar un estereotipo sólo por encajar. En el fondo, hay una búsqueda y esa es
la primera lección. Uno puede acomodarse en algo que está probado y funciona,
pero la curiosidad -signo inconfundible de la vitalidad interior- termina
llevándonos hacia donde quiere ir el corazón. Hay que perder el miedo a
equivocar el rumbo por seguir una corriente; la experiencia nos hará saber,
tarde o temprano, que estamos listos para adoptar o crear un modo de vida que
vaya de acuerdo a nuestra esencia.

5. Ponerse en situaciones límite. ¿Por qué nos colocamos en una situación de riesgo? Cada
quien tendrá sus motivos y podrá analizarlos una vez pasado el susto de la
experiencia; sin duda, las situaciones límite son una oportunidad de ser más
conscientes. Sobrevivir, renacer, salir raspado pero vivo, nos orilla a pensar
en el valor de la vida. Además, en una situación crítica nos damos cuenta de
qué estamos hechos, con quién podemos contar y a quién no queremos volver a
ver. Pero la lección más grande en estas circunstancias es la certeza de que
somos más fuertes de lo que pensamos.

¿Qué otros errores crees que debemos cometer,
cuando menos, una vez en la vida?