Miedo a la intimidad

Mi amiga Karla se separó de su pareja hace año y medio, inició una terapia y al poco tiempo comenzó a salir con varios hombres que estaban en la misma situación que ella. Karla estaba contenta con el sexo casual porque no implicaba intimidad alguna, se trataba, pues, de relaciones más o menos superficiales en las que el único compromiso era pasarla bien y usar condón. Ese tipo de relaciones le dieron una sensación de seguridad, no tenía que mostrarse vulnerable ni poner en juego emociones que le causaran heridas profundas. Se trataba de encuentros que le ayudaban a reconstruir la confianza en sí misma, además de comenzar a poner en práctica su “nueva yo”.

Es necesario reconocer cuando no se está listo para formar vínculos más profundos / Foto: iStockphoto
Es necesario reconocer cuando no se está listo para formar vínculos más profundos / Foto: iStockphoto

Al cabo de una serie de relaciones casuales, Karla se encontró de frente con uno de los fantasmas de estos tiempos: el miedo a la intimidad, un temor a mostrarse vulnerable y una negativa a construir vínculos a largo plazo. De acuerdo con su experiencia, ese temor viene de relaciones anteriores, es como una herida que echa raíces y que está anclado en temor al rechazo o al fracaso. La conclusión de Karla es que, para defendernos del dolor o la frustración, la mente recurre al boicot y nos hace creer que no somos dignos de ser amados, asumimos ideas de insuficiencia o perfeccionismo que detonan nuestras inseguridades. Así, nos aferramos al sexo casual para no correr el riesgo de la intimidad.

Me quedé pensando en la conclusión de Karla y creo que tiene sentido. Sin embargo, me parece que la negativa a construir un vínculo más profundo también tiene que ver con otros factores.

1. Hay que reconocer cuando (no) se está preparado
Cuando no se trata de una adicción o un desorden emocional, el sexo casual es un modo de relacionamiento temporal. Por ejemplo, entre los amigos con ventajas, tarde o temprano uno de los dos rompe la dinámica y empieza a poner en juego emociones más profundas que implican reciprocidad y correspondencia. Se brinda confianza, se habla con honestidad, se comunican sentimientos y necesidades. En esa situación, el que teme a la intimidad se encuentra en una encrucijada: si sale corriendo perderá a una pareja sexual que además de placer le brinda cariño y atención especial; si decide quedarse, debe cambiar de dinámica, pero sus miedos le impiden hacerlo.

La psicóloga Linda Hatch señala que, como ocurre con cualquier problema, el primer paso para resolverlo es reconocer que no se está listo para la intimidad, que hay una parte de nosotros que no está dispuesta. Cuando uno se niega a aceptarlo solo enreda más las cosas, no se abre, no se entrega, se vuelve mezquino, o bien, finge cariño como estrategia para mantener las ventajas de una relación casual, pero evita la intimidad porque el miedo al rechazo lo abruma. Pero no se da cuenta que ese miedo es igual a una ceguera que le impide ver que esta nueva pareja es una persona distinta a la que le hizo daño en el pasado. Ese miedo también le impide ver que él o ella ya no es la misma persona de antes. Porque si uno trabaja consigo mismo para no repetir un patrón negativo, lo más probable es que comience a relacionarse con personas cuyas actitudes ya no coinciden con el modelo anterior de comportamiento. Así como debemos asumir que no estamos listos para la intimidad, también necesitamos reconocer que estamos madurando emocionalmente y prendiendo a relacionarnos con la gente de manera distinta.

2. Hay gente que llega a nuestra vida sólo para hacernos ver que hemos cambiado
Todo está muy bien mientras se trata de sexo casual, pero cuando comenzamos tener intimidad nos damos cuenta de que caemos en comportamientos del pasado que ya no tienen sentido en el presente. O como diría Karla, que ya no tienen que ver con la “nueva yo”. Esa persona nos reafirma positivamente, pero no podemos quedarnos ahí solo por gratitud. Tal vez el otro perciba el alejamiento como un miedo a la intimidad, pero de este lado uno sabe que no es así.

Otras veces nos encontramos con personas que están en el mismo proceso de reconstrucción que nosotros. Casi siempre la conexión se da porque tenemos intereses y temas similares en nuestro radar emocional. Pero ocurre que cuando uno de los dos termina su proceso, se da un distanciamiento y no es posible avanzar juntos hacia la intimidad. Ahí tampoco es miedo, es solo que las necesidades y los deseos han cambiado. Ya no coinciden. Y si en el tiempo en que estuvieron juntos no construyeron una relación más profunda, es decir, si no hubo intimidad suficiente como para establecer un vínculo de amistad o de lealtad, tal vez lo mejor sea separarse en son de paz, como quien conoce a un compañero en un viaje y al terminar la travesía se separan sin dolor ni rencor.

3. Hay personas que no saben pensar en "nosotros"
A veces la intimidad no es cuestión del pasado o del proceso, simplemente tiene que ver con la forma en la que nos relacionamos con el mundo. Hay personas que no pueden pensar en dos, que no pueden confiar en otro para llevar a acabo una tarea muy simple, ya no digamos para construir una relación emocionalmente significativa. Esas personas están siempre preocupadas por que las cosas se hagan a su manera, suelen ser tajantes (todo o nada, estás conmigo o estás contra mí), no tienen interés en descubrir el mundo del otro y todos sus intercambios están condicionados: te doy estoy si tú me das lo otro.

El vínculo de la intimidad no tiene que ver con lo que uno gana para sí mismo sino lo que se da a favor de la relación; implica trabajar para esa tercera entidad que es la pareja. La intimidad requiere pensar en un nosotros, algo que parece muy difícil de lograr en estos tiempos. Implica preguntarse: ¿qué queremos lograr juntos? Para llegar a esa pregunta hay que darse la posibilidad de descubrir quiénes somos cuando estamos juntos: somos mejores, somos la peor versión de nosotros mismos, somos geniales y creativos, nos convertimos en un par de viejitos, somos autodestructivos, somos dos seres deseosos de jugar, somos lo que los demás esperan que seamos... Eso requiere estar dispuesto a ver, a no mentirse a sí mismo, a reconocer lo que el otro detona en uno. Y todo eso requiere salir del esquema individualista.

Yo creo que construir intimidad es estar dispuesto a romper los prejuicios y paradigmas que nos atan al pasado. Es dejar de salirse con la suya, abandonar el lugar del miedo para ir al encuentro con los demás.

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