Mentir por omisión

Mariana y Juan tienen algunos meses saliendo. Un día, mientras Juan está en el baño suena su celular. En la pantalla se lee “Claudia”. Juan sale del baño y Mariana le dice: “Tienes una llamada perdida de Claudia, ¿la conozco?” Juan responde: “No, no la conoces, pero no es importante”. Semanas después, en una conversación con amigos, Mariana se entera de que Juan estuvo casado con Claudia seis meses antes de conocerla. Cuando Mariana confronta a Juan éste responde: “No te dije qué relación tenía con ella porque tú no me lo preguntaste directamente”.

Mentir por omisión es una forma de subestimar al otro / Foto: iStockphoto
Mentir por omisión es una forma de subestimar al otro / Foto: iStockphoto

Tiempo después, Mariana se va de vacaciones con sus primas a la playa. A su regreso, Juan le pregunta cómo le fue y Mariana responde: “El viaje estuvo muy divertido, conocimos a un grupo de chicos y salimos con ellos un par de noches a bailar. Uno de ellos es muy simpático, nos hicimos muy buenos amigos”. Mariana no dijo ninguna mentira, pero omitió que tuvo una noche de pasión con uno de los chicos.

Todos mentimos en distintos grados y con diferentes intenciones. Mentimos para conseguir cosas que no obtendríamos diciendo la verdad. Mentimos para no mostrarnos tal y como somos o para ocultar lo que en realidad estamos pensando. Mentimos desde niños porque imitamos a los adultos, porque algunas veces decimos la verdad y en lugar de ser reconocidos (y responsabilizados cuando es el caso), somos culpabilizados o desmedidamente castigados. Mentimos sistemáticamente cuando encontramos que detrás de esa versión falsa de la realidad hay una recompensa. Mentimos cuando decimos verdades a medias o cuando defendemos algo contrario a lo que creemos que es la verdad. Y también mentimos cuando omitimos una parte muy importante de la verdad.

Dentro de una relación de pareja, cuando mentimos por omisión nos encerramos detrás de las palabras. No abrimos la puerta de la verdad a menos que el otro traiga la llave exacta, jugamos con la ambigüedad hasta que el otro haga la pregunta precisa. Cuando uno ha estado de ambos lados de la puerta sabe que es un poco mezquino esquivar la verdad si el otro está buscándola. La decepción no llega cuando escuchamos lo que ocurrió en realidad sino un poco antes, cuando nos damos cuenta que el otro rompió el acuerdo tácito de honestidad y confianza.

En algunos casos las mentiras por omisión funcionan como mentiras piadosas que suavizan la realidad. Pero en una relación adulta se convierten en bombas de tiempo que tarde o temprano explotan y tienen consecuencias dolorosas.

Mentir por omisión es una manera de subestimar al otro, es colocarlo en una posición de discapacidad emocional. Pensamos que si le decimos la verdad, vamos a lastimarlo o no va a entendernos. Pero detrás de esta estrategia no hay más que miedo: omitimos información para mantener nuestra “buena” imagen ante el otro, así estamos asegurándonos su compañía, si no a largo plazo, al menos por el tiempo que nos dure la mentira. Al obtener esta “recompensa” temporal, estamos coartando la libertad del otro porque no le estamos dando la información que necesita para tomar sus propias decisiones. Si algo es cierto, es que relacionarse a partir de la mentira y la falta de libertad aumenta nuestras probabilidades de fracasar.

¿Qué pasa cuando alguien nos dice la verdad? Reaccionamos como lo hacen los personajes de las telenovelas: hacemos escándalo, usamos la situación para manipular las cosas a nuestro favor, nos ofendemos tanto que le negamos al otro la posibilidad de reparar el daño... Pero hay algo que tenemos que comprender: no es necesario mentir para ser aceptado, quien nos ama sabe o intuye cuáles son nuestras heridas, porque esas mismas heridas son las que nos impulsan a vivir y nos llevan a conectarnos con los demás. Creo que un amor profundo y maduro no mira los errores propios o ajenos como catástrofes irreparables sino como oportunidades para aprender y crecer juntos.

Si bien la mentira coarta nuestra libertad de decisión y la de los demás, estamos tan acostumbrados a ella que cuando encontramos una persona honesta no sabemos qué hacer porque no fuimos educados para ser libres sino para ser obedientes, para manipular o para complacer. Educarnos en la mentira es la forma que nuestra civilización ha encontrado para transmitir los miedos de una generación a otra. La verdad, en cambio, puede hacernos libres para vivir nuestra propia versión de la vida y no la que heredamos.

¿Cómo haces para lidiar con las mentiras por omisión?

Twitter: @luzaenlinea

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