Mi perrita va a tener cachorros: toda una experiencia familiar

Son muy pocas las veces que siento la convicción total de algo. Pero esta vez fue una de esas excepciones. El veterinario me había dicho que si no pensaba que mi perrita tuviera cachorros en un futuro, lo mejor era castrarla en el siguiente celo (el número 3). Esto, debo reconocer, me ayudó a tomar mi decisión más rápido. Aún cuando apenas un año antes yo les decía a mis hijas que no estaba preparada para cuidar una mascota.

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Y ahora no sólo tendría la mía (que me la enchufaron al año de edad sin esperarlo) sino que además serían por lo menos dos y tres animalitos, al menos por un tiempo… Pero igual dije sí, quiero. Así sin dudar; sin pensar y sin saber todas las consecuencias que traería esta experiencia. Consecuencias negativas, sí; pero mucho más importantes fueron las positivas, para mis niñas y para mí. Un ensayo que nos permitió hablar de muchas cosas que quizás estaban presentes pero que no eran tan claras.

Cómo empezamos

Lo primero que hice fue investigar un poco y preguntar mucho al veterinario y a diferentes dueños de perros cómo se hacía (obviamente que entre animales no es lo mismo). Me explicaron que cuando Lola tuviera su celo debía esperar unos días, ya que al principio no quieren saber nada de novios y luego, todo lo contrario, estaría a la pesca. Ese era el momento indicado. También me dijeron que era bueno juntarlos en la casa del macho (por una cuestión territorial) y que, por lo menos, tuvieran 3 citas alternando un día si y uno no.

Lo segundo fue buscarle el candidato adecuado. Obvio que quería el más coqueto, inteligente y del tamaño de ella, mi hermosa caniche blanca. Sin saber que sería tan simple, le pregunté a una mamá de la escuela que tenía uno negro (me encantaba la idea de algún morenito en la familia) y enseguida me dijo que si, muy entusiasmada, casi más que yo. Esto me dio el envión que necesitaba. Entonces, quedamos en esperar pacientemente hasta que viniera el llamado de la naturaleza. Este llamado tardó más de lo que pensé. Y en ese ínterin escuché de todo, mucha gente que se enteró quería convencerme de que estaba loca, o me metía sola en un verdadero infierno. Quizás algo dudé, pero nunca demasiado como para retroceder en mi decisión.

Y un día llegó el momento: Lolita estaba preparada. Cuando mis chicas se enteraron comenzaron las preguntas acerca del celo, de cómo venían estos bebitos perrunos, de cómo sería el embarazo de nuestra perra, comparado a los que yo viví. En fin, una buena oportunidad para refrescar varias enseñanzas acerca de sexualidad y biología que vienen muy bien para que los chicos aprendan y fijen sus conocimientos. Y qué mejor que con un ejemplo tan tierno.

Tuve buena estrella porque mi mascota me dio el gusto rápidamente y yo me di cuenta enseguida de que ya había entrado en la dulce espera. Puede ser porque estaba muy pendiente. Mi mamá me embromaba diciendo que yo proyectaba en la perrita mi deseo de ser madre nuevamente. Puede ser, no lo niego. Los bebés y todas esas cuestiones me fascinan desde que era pequeña. También surgieron con las chicas los hermosos recuerdos de cuando nacieron y de cómo eran, y de qué hacía yo con ellas, y algunas anécdotas graciosas que tenía un poco olvidadas por culpa de la rutina.

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Por suerte, o nos consumiríamos de ansiedad, los embarazos de los perros duran sólo dos meses. Pasó rápido y debo admitir que a última hora me agarraron los nervios, porque me empezaron a decir que debía hacerle ecografías y me trasmitían una serie de miedos (sólo por una cuestión comercial) que lograron alterar la seguridad pacífica que sentía hasta el momento. Sin embargo, todo se dio muy naturalmente. Y un día, hoy hace un mes y un día para ser exacta, salieron a la luz esos peluchitos. Negros y blancos, hasta en eso quiso mi dulce Lola dejar a todos conformes. Nos despertamos a la mañana y había un par. Y más tarde vimos el parto de los últimos dos, los más benjamines. Fue hermoso.

Aunque mis niñas miraban algo impresionadas, sé que les gustó vivirlo y que no lo olvidarán nunca. Además pudieron comprobar todo el amor que una madre tiene para sus hijos (los animales son increíbles). Cómo al principio Lola prefería no comer con tal de protegerlos. Y de paso aproveché para hablarles de responsabilidad, de lo que significa que alguien que dependa de uno y pude asignarles tareas para ayudarla a cuidar a sus cachorros. Además de contarles que es necesario desparasitarlos y vacunarlos para que no se enfermen. "Si uno quiere traer un ser vivo al mundo debe hacerlo bien, de manera responsable", les dije.

Obviamente, también ven cómo les da de mamar y cómo, de vez en cuando, sabe ponerles sus límites. Quizá lo más negativo, o mejor dicho molesto, de esta experiencia es el inevitable contacto con los desechos de los 5 perros. Nada grave. Ah, sí, y el triste final de la historia. Pero que en el fondo no lo es tanto. Porque ellas deben aprender que la vida cambia y no se queda estática por más que uno quiera. Los perritos crecen día a día y necesitan tener su propio espacio, por eso hay que conseguirles dueños que puedan cuidarlos bien. La vida es así. Y trato de recordármelo a mí misma. Así que en pocos días estaremos entregando nuestros hermosos peluches vivientes a sus nuevos amos. Es todo un duelo que debemos procesar las tres. Pero debo admitir que me quedo con uno de los chiquitos para que sea más leve la tristeza. Y bueno, como dicen: "sarna con gusto no pica".

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