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Madres y trabajadoras: ¿Cómo lidiar con la culpa?

Texto: Natalia Iscaro

La culpa acompaña a las mujeres desde que Eva mordió la manzana. Para muchas madres trabajadoras, se define como esa sensación punzante que experimentan cada vez que cierran la puerta del hogar para ir a la oficina.

Madres y trabajadoras: ¿Cómo lidiar con la culpa? / Foto: Thinkstock
Madres y trabajadoras: ¿Cómo lidiar con la culpa? / Foto: Thinkstock

Otras madres lo explican como un sentimiento momentáneo, que combaten porque necesitan desempeñar otros roles fuera del maternal, y porque su aporte económico resulta en un mayor bienestar para su familia. Y, finalmente, para un grupo reducido de mujeres, tal vez el más evolucionado, la culpa no tiene cabida en su esquema organizativo familiar. En esta nota, testimonios de madres y aportes de expertos en terapia familiar que explican por qué la culpa, algún día, podría llegar a extinguirse.

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Más allá de la mamá

“Al principio, cuando nació Catalina me preguntaba cómo podría dejar tantas horas a alguien tan chiquito, indefenso y que era una parte de mí. ¿Con quién iba a estar mejor que conmigo?”, cuenta Celina M., de 35 años, empleada contable en una empresa de comunicación. Y luego confiesa: “A medida que fueron pasando los meses de mi licencia, comenzaron a darme ganas de volver a trabajar, arreglarme y empezar a hablar de temas que no fueran leche, provechos, horas de sueño y pañales.” Sin embargo, para Celina ese primer día fuera de casa fue difícil. “Caminé una cuadra y ya estaba llorando”, recuerda. Sin embargo, paso a paso logró sobreponerse.

María Esther De Palma, Licenciada en Servicio Social, Terapeuta Familiar y Presidente de la Asociación de Terapia Familiar Argentina, explica que “la culpa aparece por un problema cultural. La imagen que seguimos teniendo hoy en día es la de una mujer para la cual los intereses familiares son más importantes que los propios. Es decir, que para ser una buena madre hay que ser abnegada”, detalla.

Mantener las prioridades

“Trabajo en relación de dependencia, y mi maternidad y crecimiento profesional fueron sucediendo juntos”, cuenta Sol D., Licenciada en Letras de 37 años y periodista free lance. “Tuve años de trabajo muy exigentes, y la culpa por momentos existió. Pero el hecho de tener el foco siempre puesto en mis tres hijas, y la libertad de estar presente siempre que lo consideré importante, alivió mucho mi pesar”. Para esta mamá profesional, como en el caso de tantas otras con la posibilidad de trabajar de forma independiente desde sus hogares, el trabajo es posible siempre y cuando la prioridad aún recaiga en los hijos. En este sentido, De Palma explica que es importante que la madre no se centre sólo en ella, sino que tenga la capacidad de reflexionar. De analizar el modelo propio y el de su pareja, y de elegir en conjunto qué es lo mejor para el grupo familiar. “Hoy en día, por fortuna, las parejas jóvenes tienen otra organización, mucho más flexible”, señala.

La culpa exiliada

Fabiana tiene 43 años, trabaja como Agente de Propaganda Médica y tiene dos hijos, de 9 y 5 años. En su caso, nunca sintió culpa. “Me tomé licencia cuando los chicos nacieron, y después volví al trabajo. Creo en la importancia de compartir momentos con ellos, y cuando no trabajo estoy muy atenta a ellos, me siento a escucharlos y comparto todo lo que necesiten.”

Según De Palma, las mujeres que tienen menos culpa son las que tienen un incorporado un modelo de organización familiar donde el trabajo de la madre está incluido. En este sentido, para la especialista “la psicología en su primera etapa ayudó mucho a que la mujer saliera de la casa”. Y, a su vez, se refiere a aquellos casos en que las mujeres ganan más que sus maridos, los cuales suelen experimentar una sensación de minusvalía muy difícil de combatir. Esto también se debe a esquemas culturales anacrónicos. La Terapeuta Familiar explica: “Del mismo modo que la mujer, el hombre está criado y programado. En este caso, un padre de familia debe ser un proveedor exitoso”, advierte.

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El lugar de los hijos

Si bien los niños en su primera infancia son pasivos en la generación de culpa de sus madres, a medida que van creciendo pueden llegar a desarrollar algunos mecanismos que es importante que la madre detecte. Así lo señala De Palma, quien relata el caso de una paciente que dejaba siempre a su hijo llorando en el jardín, cargada de culpa. Un día, las maestras le mostraron una filmación: ni bien ella pisaba la calle, el niño se calmaba. “Los niños perciben la culpa, y muchas veces actúan en consecuencia”, detalla la especialista. En este sentido, explica que el peligro consiste en que la culpa se convierta en un monstruo que no deja vivir en paz.

Esto es lo que sintió Gabriela A., empleada administrativa de 47 años, madre de dos hijos, de 9 y 6 años. “Cuando los chicos eran bebitos la pasé muy mal. Me angustiaba todo el tiempo, sentía que me estaba perdiendo cosas importantes, y al final no disfrutaba trabajar. Lo hacía porque sentía que así les daba un mayor bienestar.”

Para De Palma, a la hora de compartir con los hijos, es importante poder disfrutar. “En la medida de las posibilidades de cada mamá, lo ideal es estar presente durante los primeros tres años. Los humanos somos mamíferos, y funcionamos como los animales: a los tres años, la hembra ya empuja a la cría para que sea independiente”.

En contra del modelo

Para la Dra. Dora Davison, Terapeuta Familiar y autora de Mitos y realidades de los tuyos, los míos y los nuestros, entre otros libros: “El modelo del varón proveedor y autoridad, frente a la mujer nutriente, ha ido cediendo lugar a un modelo donde ambos comparten el sostén, toman decisiones consensuadas, y disciplinan y educan a sus hijos por igual”. En este contexto, el sentimiento de culpa se reduce, porque la mujer trabaja a la par del hombre, y comparte con él un esquema de crianza. Según Davison, “el embarazo, la lactancia y el parto hacen diferencias en el momento que tienen lugar, pero hoy en día la mujer se integra cada vez más rápido a su trabajo, y el padre la acompaña haciéndose cargo de tareas como cambiar pañales, dar mamaderas, cocinar y lavar platos. Esto sucede especialmente en parejas jóvenes”, distingue.

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Para De Palma, cuando aparece la culpa, es importante que la madre tenga en mente que “aquellas mujeres que se queda en casa suelen sentirse frustradas, porque el ritmo de la tarea doméstica es rutinario, no las deja pensar y es poco creativo”. Así, estas madres terminan aislándose del mundo que las rodea, de sus amigas que si trabajan y, en cierto punto, también de su marido. Por eso, cuando aparece el fantasma de la culpa, De Palma sugiere combatirlo con la razón, el humor, y mucha, mucha fuerza de voluntad. “Dicen los antropólogos que los cambios culturales son lentos. Si bien todavía tenemos un camino por recorrer, vamos en la dirección correcta”.

Fuentes: Asociación de Terapia Familiar (terapiafamiliar.org.ar). Dora Davison (dradoradavison-familiasonline.blogspot.com.ar/).

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