Voltear a ver a otra mujer, ¿por qué no podemos evitarlo?

El hombre promedio dedica unos 45 minutos por día a observar a 10 mujeres distintas. / Foto: Thinkstock
El hombre promedio dedica unos 45 minutos por día a observar a 10 mujeres distintas. / Foto: Thinkstock

Nunca más te debería golpear tu esposa o novia con su bolso. No entienden, ¡si sólo estabas mirando! No es justo ni está justificado el carterazo. Es totalmente improcedente que ellas juzguen el mirar a otra mujer como un acto de flagrante infidelidad. “Echar una ojeada” casi siempre desata una oleada de celos.

Lo primero que se nos viene a la mente, en nuestra defensa, es: ¿Para qué tenemos los ojos si no es para mirar? O por ventura ellas creen que deberíamos tener instalado en algún segmento de nuestra corteza cerebral un dispositivo que pueda detectar rápidamente a todas las mujeres de menos de 48 años circulando a nuestro alrededor, y con mayor rapidez aún, pueda desviar nuestros globos oculares de aquellos “objetivos”. La misma habilidad elusiva que tienen las aspiradoras de alta tecnología –esas que parecen un platillo volador- que en cuanto descubren un objeto sólido delante, giran y se dirigen hacia otro lugar. ¿Eso quieren?

Por otra parte, y haciéndonos cargo de nuestros actos, podría ser de interés cierto estudio basado en entrevistas que se hiciera en los Centros Kodak Lens Vision, el que sugiere que el hombre promedio dedica unos 45 minutos por día a observar a 10 mujeres distintas.

Si se tiene en cuenta que pasamos 16 horas despiertos y 12 horas fuera de casa, esos escasos minutos donde miramos a otras mujeres no alcanzarían para desatar ninguna sospecha. Sería absurdo ante tal nimiedad.

¿Cuál podría ser la causa por la que los hombres miremos a esas mujeres? Respuesta: Un fenómeno neurobiológico. La Universidad de Nueva York comparó la visión del hombre respecto de la de las mujeres arribando a varias conclusiones, una de las cuales demostraría que el hombre tiene mayor sensibilidad ocular para detectar el movimiento, inclusive a distancia.

La concedida receptividad hace que no podamos evitar dedicarle una miradita a la joven mesera de minifalda, a la esbelta treintañera de pantaloncillos de deporte que pasa corriendo a nuestro lado o a aquel escote excesivo de la señora elegante del caniche toy. Es notable lo repleta que está la calle de estímulos visuales.

Por supuesto no deberían sentarnos en el banquillo de los acusados por una simple mirada. No deberíamos padecer por una perfección con la que la madre naturaleza nos ha dotado. Si esa ojeada inocente no tiene un propósito deshonesto... Como ha dicho el poeta Calderón de la Barca: “Solo la intención hace el agravio.” Y eso es muy difícil de detectar.

¿Has tenido problemas con tu pareja por voltear a ver a otra persona en la calle? Cuéntanos tu experiencia.

@Sebas4nier

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