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Las chicas modernas, ¿alientan o no la caballerosidad?

La semana pasada ingresé al elevador (para algunos, el ascensor) y me encontré sólo con una bella mujer de unos 28 años. Su ropa delataba su juventud, pero pretendía madurez. Yo iba al piso 12 y ella descendería en el 8vo. Hubiera deseado que el viaje fuera más largo ya que el fugaz ascenso no dejó lugar más que para un saludo tan tradicional como insípido, acompañado eso sí, de una sonrisa que intentó ser encantadora.

¿La caballerosidad es más difícil hoy por las mujeres?
¿La caballerosidad es más difícil hoy por las mujeres?

En esa situación, la antigüedad del elevador le aportó un poco de glamour al momento. Se trataba de esas cabinas de madera y hierro con espejos biselados. Aquellas con rechinantes puertas estilo “tijera” que requieren de cierta fuerza y destreza para abrirlas correctamente. Al arribar al piso donde la dama debía descender extendí mi brazo para tomar la manija de la puerta. Ella hizo el mismo movimiento. Más allá de que la posible colisión de nuestras manos hubiera sido un primer contacto nada despreciable, no pude contener mi indignación por la acción de la dama: ¿Era necesario advertirle que habiendo un hombre presente, la tarea de abrir la puerta está a su cargo? Con un cordial pero imperativo “por favor, déjeme a mí”, le abrí paso. Sospecho que la bella joven nunca comprendió del todo la situación y los valores que se estaban procurando resguardar.

Entiendo por lo sucedido, que las madres y padres de las jóvenes de hoy quizás no han instruido a sus hijos sobre el protocolo de la caballerosidad.

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Otra situación en donde las convenciones postmodernas, alejadas de la hidalguía masculina, no deberían tener cabida, es en una cita. En una invitación, sea esta la primera o la décima, no debería ser objeto de confusión o vacilaciones que el hombre debe pagar la cuenta originada en ese almuerzo o cena “sentimental”. La vieja escuela del quijotismo no admitiría que el caballero no se haga cargo del desembolso.

Una estadística basada en sondeos realizados recientemente afirman que si una mujer ofrece pagar la mitad de lo que consumió con un hombre que le gusta, tiene un 61% de chances de que él acepte. Esta involución que estaría desarrollándose en la integridad masculina es estremecedora. Un verdadero varón nunca osaría insinuar que una mujer se ha hecho la distraída a la hora de pagar la cuenta.

Hay terrenos donde la cultura igualitaria conspira contra la buena educación, la elegancia, el señorío y la consideración hacia la dama. No se está hablando de un modo arcaico de relación, sino de preservar la vitalidad de la caballerosidad bien entendida. Existen formas que merecen ser preservadas, porque está bien que así suceda.

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Este tema nada debería tener que ver con desbancar la teoría darwiniana de que las especies evolucionan, porque está claro que la ausencia de caballerosidad no implica avance alguno. Tampoco intenta menoscabar los logros que el feminismo ha introducido e impulsado para mejorar las condiciones de las mujeres y la propagación de la simetría de derechos.

La caballerosidad, si bien tiene sus orígenes en actitudes de galantería hacia la mujer que se remontan a la antigua Grecia, no por añosa ha dejado de tener vigencia y conservar valor para las futuras generaciones. Algunos de los tips que no tienen fecha de vencimiento son:

  • Abre la puerta del coche.

  • Al entrar y salir de un edificio abre la puerta y dejar pasar primero a la dama.

  • Retírale la silla de la mesa.

  • Cuando camines por la acera ponte del lado de afuera, del lado de la calzada.

  • Si hace frío ofrécele tu abrigo.

  • Cuando la dejes en su casa, espera a que haya entrado.

  • Cuando vayan de compras, lleva tú las bolsas.

  • Sé leal.

  • Envíale flores de vez en cuando.

  • Hazle cumplidos con frecuencia.

  • Como se ha dicho infinidad de veces: “Lo cortés no quita lo valiente.”

Twitter: @Sebas4nier

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