Sexo en público

Sexo en público / Foto: Thinkstock
Sexo en público / Foto: Thinkstock




Hay algo de adrenalina extra en eso de tener sexo en un lugar en el que se puede ser pescado in fraganti. El ascensor, el balcón, el baño del avión o de la casa donde tiene lugar la fiesta a la que asistes, suelen ser algunos de estos espacios mágicos a los que apelan muchas parejas buscando “intimidad” al borde de ser vistos. El factor riesgo, en estos casos, es un claro detonante de placer. Pero aún así, no hay una sobreexposición. La fantasía tiene un límite.

¿Pero qué pasa cuando el encuentro se lleva a cabo en un espacio público establecido para tal fin como, por ejemplo, el metro/subte? ¿Y ante la mirada de un montón de personas? La experiencia será vivida en breve, y bajo tierra, en Praga. La empresa de subterráneos de la capital checa anunció que habrá un vagón claramente identificado en el que estará permitido tener relaciones sexuales. Estamos hablando de un transporte que moviliza por día a 1,5 millones de viajeros. Entre los que, no cabe duda a juzgar por la iniciativa, debe haber muchos exhibicionistas y voyeurs que gozan de ver y ser vistos en acción.


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Hay más al respecto. Ha vuelto a tener vigencia una modalidad de práctica sexual que hizo furor en los años 70 y que tiene su origen en Inglaterra denominada dogging. ¿En qué consiste? En tener sexo al aire libre en lugares elegidos que no deben estar demasiados expuestos (parques, calles poco concurridas, bosques, callejones). La idea es que la pareja tenga sexo, por lo general dentro del auto, frente a la mirada de los voyeuristas (mirones), que pueden ser invitados o no a participar en la acción.


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El nombre de este tipo de práctica que comenzó en los años 70, parece tener el origen en “pasear el perro” (dogging), ya que los dueños de las mascotas, con la excusa de pasearlos, espiaban a las parejas que tenían sexo dentro de los autos. La novedad es que ahora el dogging ya no es una cuestión casual, sino que es organizado por internet. Y hay páginas en donde los interesados se registran, además de existir un orden en la participación, ya que se busca equilibrar el número de doggers (los exhibicionistas) con el de voyeurs.


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La espectacularidad de la vida cotidiana (en el sentido de ser montada como un espectáculo) ha adquirido dimensiones increíbles. Mirar y dejarse ver parece ser la cuestión. No importa si lo que se pone en evidencia es un sentimiento a través de un texto en el muro de Facebook, o un cuerpo desnudo, o dos, teniendo sexo. ¿Es esto sinónimo de libertad? ¿De desprejuicio? ¿O exponernos de una forma tan forzada habla, en realidad, de soledad, baja autoestima y dificultad para gozar de las cosas más sencillas de la vida? ¿Todo tiene que hacernos sentir adrenalina?

¿Has tenido sexo en un espacio público? ¿En cuál? ¿Cómo ha resultado la experiencia?

@BalaguerAdriana