Abrazos

Un buen abrazo no necesita palabras. Calma, contiene, fortalece. Puede estar acompañado de un encuentro visual, de una palmada en la espalda. Da lo mismo. Pero cuando aparece, sin duda, quien lo recibe se siente mejor que antes. Menos solo. Más feliz.

Un buen abrazo no necesita palabras.
Un buen abrazo no necesita palabras.

No todos los abrazos significan lo mismo, aunque nos hagan sentir cosas parecidas. Hay abrazos fraternales, filiales, románticos. Cada uno con sus ingredientes, sus intenciones. Siempre reparadores, aún los que se dan al despedirse. ¿O no es mejor un “chau” acompañado de un abrazo que tirado al aire a la distancia?

¿Por qué nos hacen bien los abrazos? ¿Por qué son tan saludables? Aquí algunas razones:

Estar piel con piel estimula la liberación de dopamina y serotonina, dos hormonas que predisponen bien y que según la ciencia levantan el ánimo de forma instantánea, alejando los síntomas de la depresión.

Al tocar a alguien el cerebro envía señales a las glándulas que liberan la adrenalina para que se tomen un recreo. Y ya se sabe que cuando ellas no están trabajando, disminuye la producción de cortisona, y entonces te sientes menos ansiosa y triste.

El contacto cuerpo a cuerpo provoca la salida de oxitocina, lo que inicia una reacción química en el organismo que termina disminuyendo los niveles de presión arterial, contribuyendo a alejar las enfermedades cardíacas.

El coctel de hormonas que provoca acurrucarse (dopamina, serotonina y oxitocina), es un antídoto contra las infecciones. Acurrucarse fortalece el sistema inmunológico. Hay quienes piensan que es casi como tomar un complejo vitamínico.

Y por si fuera poco, un buen abrazo aleja los dolores, ya que la oxitocina que entra en juego tiene un efecto casi anestesiante.

¿Qué más sientes cuando te dan un buen abrazo?