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¿Víctima de la moda o de ti misma?

¿A quién no le gusta vestirse a la moda? ¿Subirse a ese fabuloso par de stilettos de diseñador y sentirse la dueña del mundo? ¡Pero cuidado! Tu fascinación por la última moda podría estar ocultando algo más, por ejemplo, un problema de aceptación de tu cuerpo y de tu realidad.

Victima de la moda
Victima de la moda

A continuación comparto un artículo, escrito por la Licenciada en Neuropatía Elisa Botti (*), en donde la experta te explica cómo identificar este problema y las claves para querer tu cuerpo como es.

Cada temporada, los diferentes diseñadores de ropa hablan de las tendencias, sugiriendo que usar. Las tiendas se llenan de diferentes prendas con los colores y los cortes que, supuestamente, nos conviene tener para vernos a la moda.

Y aquí es conveniente preguntarnos: ¿Cuando elijo una prenda lo hago porque me gusta, porque veo que los colores me sientan bien, el corte me favorece… o la elijo porque creo que esa prenda mostrará una imagen de mujer que me gustaría tener y no tengo?

En el primer caso, la elección la hago desde el aceptar mi cuerpo como es y no como debería ser. Eso no implica que practique ejercicios físicos para mantenerlo en forma, que lleve una buena alimentación. La ropa simplemente cubrirá una realidad que yo acepto y apruebo. Si el color de moda es el violeta, evaluaré cómo queda sobre mi piel y cómo me siento usándolo. De gustarme, coincidirá el color de moda con mi elección.

Pero que ocurrirá si rechazo mi cuerpo, si éste no responde a mis expectativas (expectativas creadas por una sociedad que dice que para se bellas debemos tener determinadas medidas)?

Empezaré a buscar en el afuera, en la ropa, los accesorios, aquello que logre la imagen que tanto deseo. Es como sin quisiera tener un árbol de Navidad que mida un metro de altura y sólo consigo uno de 50 cm. Pienso entonces que si le agrego adornos podré convertirlo en el árbol que deseo. Compro los mejores, los más vistosos y hasta costosos, y se los agrego. La realidad es absoluta: tendré un árbol de Navidad, pomposamente adornado, de 50 cm de altura.

Y con este ejemplo quiero mostrar que aceptar la realidad que hoy tenemos (y esto no significa que va a ser siempre así: el ser humano es la única especie sobre la tierra que tiene la capacidad de rediseñarse a sí mismo cada vez que lo elija) es el mejor punto de partida para trabajar sobre nuestra imagen.

Somos seres únicos, irrepetibles, con una genética que marca la tendencia (no la determina) de nuestra corporalidad. Cuanto más única me mantenga, sin buscar parecerme al resto, más me estaré honrando, agradeciendo el milagro de la vida, más allá del envase que me haya tocado, disfrutando de lo que trasciende las formas: el SER.

Me parece estar escuchando la pregunta: Bien, ¿pero cómo se hace?
Cuando nacemos, nos somos nosotros los que entramos en el mundo sino que es el mundo el que entra en nosotros. Y lo hace a través de nuestros padres, de la cultura, que nos dicen como las cosas son. A partir de ese momento, tomamos lo que escuchamos como verdades y miramos la vida con "anteojos" prestados, pensando que son los nuestros.

Todo lo que recibimos se va grabando en nuestro cerebro, a modo de programa, y condiciona nuestra manera de ser y de accionar en la vida. Ese programa está formado por mandatos familiares, culturales, historias que se van transmitiendo y que nos hacen decir: Yo soy así.

Victima de la moda
Victima de la moda

Y si hemos recibido información de que no somos lo suficientemente buenos, lindos, que nos faltaría esto o aquello, que heredamos, lamentablemente, la genética de obesidad materna (sin comprender que los genes predisponen pero no determinan)… iremos creando una imagen de nosotros que nos instala en un modelo de ser incompleto y que en el afuera (la ropa, por ejemplo) encontraremos la solución.

La invitación es a revisar aquellos modelos mentales heredados, esas conversaciones que todos los días se nos disparan en automático; ver cuáles me llevan a espacios de superación y me los quedo, y cuales me mantienen en la falta, en la incompleta y me provoca sufrimiento.

Poder comprender que yo no soy así, sino que aprendí a ser así. Y que hoy puedo elegir quien quiero ser, aceptando este vehículo maravilloso que "me han prestado", que devolveré en las mejores condiciones, y que bendigo cada día porque es lo que me permite estar en el mundo, escuchar los ruidos de la naturaleza, ver un atardecer, abrazar a mis seres queridos.

Después de tomar conciencia de este milagro, podré ir a una tienda, comprarme un vestido, el que me guste y seguir disfrutando de ser quien soy.


(*) Lic. Elisa Botti — Medicinas Naturales y Neuropatía — Coach Ontológico Corporal — Especialista en Técnicas Psicocorporales — Miembro profesional de ASIMEPA (Asociación Internacional de Medicinas y Psicologías Alternativas).



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