Re colgados

Sogas, tensores y hasta imanes sirven para suspender en el aire sillones, camas e incluso un juego completo de comedor. ¿Los pondrías en tu casa? Una manera de vivir colgado. La sola idea de hamacarse, igual que el imaginarse en el aire, suele transmitir cierta sensación relajante. Mecerse a un lado a otro al ritmo que cada uno necesite, incluso escuchando el ruido imperceptible del ir y venir de lo que sea que nos mueva hacia delante y hacia atrás, invita al disfrute, a la contemplación —del ambiente, del paisaje o de un punto fijo-, en fin... al cuelgue.

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Pensando en eso, el diseñador norteamericano Brad Ford ambientó para el Hampton Designer Showhouse un porch inspirado en su casa de Arkansas, pero llevado al nivel de los Hamptons. Creado como un espacio de relax, ubicó dos sillones colgantes de fuerte estructura, y a la vez de líneas simples y elegantes, en un ambiente con blancos, cremas y off white, donde estas hamacas ubicadas enfrentadas junto al hogar, lograron un rincón perfecto para glamorosas siestas o atardeceres a pocas horas de Manhattan.

El inglés Duffy London llevó el movimiento a otro ambiente de la casa, al proyectar su Swing Table, una estructura compuesta por una mesa, ochos sillas colgantes y una lámpara, que puede usarse tanto para interior como para exterior. El armazón es de acero, pero el mobiliario es de madera de nogal, en blanco o negro, lo que le da un toque de sofisticación a este comedor-hamaca.

Menos sofisticada pero posible de hacer uno mismo o encargar al carpintero amigo, es la idea de la interiorista Ana White, que para un cuarto de varones colgó las camas de las paredes con sogas gruesas y ganchos de metal atornillados a la pared.

Para quienes les gusta estar suspendidos en el aire pero sin moverse demasiado, aquí va otra alternativa, con esta jugada propuesta del diseñador holandés Janjaap Ruijssenaars, quien ideó una cama magnética flotante. Solo verla da vértigo. O, por lo menos, desconfianza. Pero lo cierto es que hay suficiente imán como para soportar 900 kilos en el aire. Para asegurarse de que la cama no se caiga con un viento fuerte o movimientos bruscos, la seguridad se refuerza tensándola de las paredes con cuatro cables. Una extravagancia graciosa que cuesta una fortuna en euros.

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