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Casarse o no casarse, esa es la cuestión

Sé que en muchos casos, el tema de casarse, para nosotras, pasa más por la ilusión del ritual con vestido blanco, flores y música que por una cuestión práctica.

Casarse o no casarse, esa es la cuestión
Casarse o no casarse, esa es la cuestión

Está claro que nos gana la emoción de imaginarnos convertidas en princesas por unas horas, el sueño de la luna de miel en algún lugar paradisíaco, los regalos, y ser el centro de atención.

Quizá hayamos visto demasiadas películas de Hollywood, porque el matrimonio, definitivamente, no es un lecho de rosas.

Pero si nos ponemos realistas, y frías, podemos considerar cuáles son los motivos no románticos para querer casarse.

Por ejemplo, ¿alguna vez hablaste con tu futuro marido de los siguientes temas?

1) ¿Los dos desean tener hijos? ¿Cuántos?

2) En el caso de que la respuesta sea afirmativa, ¿están ambos dispuestos a hacer las renuncias que significa criar niños?

3) ¿Cómo los van a educar, en términos de religión, escolaridad, límites?

4) ¿Cómo se va a manejar el dinero de la pareja? ¿Tendrán cuentas separadas?

5) ¿Dónde van a vivir?

6) ¿Cómo van a manejar la relación con las familias de origen respectivas?

7) ¿Están de acuerdo en que no hay relaciones perfectas y se comprometen ambos a trabajar en ello para lograr que la propia se saludable?

8) ¿Se han contado uno al otro cómo imaginan su futuro juntos?

Casarse legalmente es un contrato para toda la vida, aunque tenga implícita una cláusula de rescisión, el divorcio. Pero nadie se casa para divorciarse.

Si lo comparamos con la simple convivencia, la cuestión es que hoy en día ya no hay una estigmatización de las uniones informales; legalmente, los hijos nacidos fuera del matrimonio tienen los mismo derechos que los nacidos dentro; de manera que la variable pasa a ser casi exclusivamente la económica, y entre los miembros de la pareja. El matrimonio legal proteje los derechos sobre los bienes en común, y las uniones de hecho no lo hacen, al menos no en todos los países.

Es muy conocida, y divertida, una lista que parece haber hecho Charles Darwin antes de tomar la decisión de contraer matrimonio con Emma Wedgwood, su prima, con la que finalmente se casó para toda la vida.

Esta lista fue publicada en el libro "Correspondencia" .

En un papel, hizo dos enumeraciones. Casarse, por un lado; No casarse, por el otro.

En la lista por la positiva, anotó puntos de interés como "hijos", "tener una compañía para toda la vida y una amiga amante en la vejez (me imagino de otro modo viviendo toda mi vida en una casa solitaria, sucia y humeante toda mi vida".

En la lista por la negativa anotó, por ejemplo: "no tener hijos, por lo tanto, no acceder a una prolongación de la vida", " libertad de ir donde me dé la gana para siempre", "no tener la obligación de visitar parientes indeseables".

Sugiero que antes de casarte, hagas como Darwin. Tal vez eso te ayude a poner los pies sobre la tierra y a tomar la decisión con más cabeza que corazón.

Y, por cierto, que tengas buen viaje.